¡Por fin!, hemos tenido que esperar mucho más de un año, pero ha llegado la hora de empezar un viaje de largo recorrido.
Dentro de unas horas, antes de que caliente el sol y cuando desayune, me subiré a la bicicleta y a una velocidad media que se encontrará entre 10 y 15 kilómetros la hora y, durante 5 o 6 horas diarias de media me iré desplazando por carreteras y caminos de segundo o tercer orden, alejándome y acercándome. Separándome de mi último lugar de pernocta y aproximándome a mi próximo lugar de acampada. Y así hasta que me canse y vuelva a casa o termine este proyecto que voy a empezar.
Decía
Chesterton “hay
dos maneras de llegar a casa, y una es quedarse en ella”, ahora voy a utilizar la otra. Resulta que cuando
te encuentras a cierta distancia, y vuelves la mirada atrás descubres que tu propia
casa es ese lugar grandioso en el que siempre quisiste estar. Un lugar que
había pasado desapercibido a nuestra mirada por encontrarnos tan cerca y por la
enormidad de sus dimensiones.
En
otras palabras, lo que quiero decir es que la mejor perspectiva para un hombre
de ver y entender su tierra, su casa y su hogar es la de hallarse precisamente
fuera de ella. Cuando hacemos el esfuerzo de contemplar todo el conjunto desde
fuera, nos encontramos con que realmente se parece a lo que desearíamos que
fuese nuestro hogar por dentro.
Este
viaje, igual a como deberían ser todos los viajes, como dice, y es que no puedo
evitarlo, también Chesterton, va a intentar cumplir con el mismo objetivo; “El amplio objeto de un
viaje no es poner el pie en tierra extraña; es poner el pie, al fin, en nuestro
propio país como en una tierra extraña”. Y en esto
estamos.
Buenos días.
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