“Dicen que los viajes ensanchan las ideas, pero para esto hay que tener ideas” (G. K. Chesterton).
El viernes, por fin nos pusimos en marcha, es de decr me
puse en marcha. En singular.
Recorrí 75 km hasta un camping en la playa de Pinedo, recorrido
llano, salvo la subida a la ermita de los santos de la Pedra, sitio que elegí
para comer, por lo demás un día tranquilo y sn contratiempos.
Es curioso que me pasase el día dándole vueltas a la
amistad, me resultaba extraño cuando empezaba un viaje en solitario, y al final
encontré la relación, ya que tal vez se necesite pasar una fase en que los
amigos seamos inseparables, para poder llegar a aquella fase en que pueden separarse
sin ningún problema. Al fin y al cabo, la amistad es un tipo de amor.
Una de las mayores ausencias en estos viajes es la falta
de la tertulia, como mediterráneo, la asistencia al café es un
placer cotidiano, que se espera ilusionado día tras día, y en ocasiones, más de
una vez cada día. Hay que tener en cuenta también las relaciones de vecindad,
especialmente en las noches de verano, hasta hace bien poco.
Podéis
pensar que se trata de formas secundarias de amistad, lejos de las grandes
amistades que nos han narrado grandes escritores. Es cierto, pero lo
interesante es que en las tertulias alrededor de un café con los amigos o con
vecinos hay un elemento de ilusión. ¿Por qué? Porque la amistad es siempre una
relación humana de carácter individual y sobre todo desinteresada, no
utilitaria. El amigo no es tratado nunca como “cosa”, como “algo” de lo que se
espera utilidad, servicio, placer, sino como alguien, como persona. Que los
amigos hagan favores, que se obtenga de ellos alguna utilidad, es otra cosa,
derivada de una amistad que en principio es desinteresada.
¡Hay
las tertulias!, que se han perdido con la pandemia y que me perderé ahora con
el viaje,
En
la tertulia hay el elemento de viaje, de aventura. Los vemos cuando aparecen
los rasgos que son comunes: deseo, espera, preparativos del escenario,
expectativa de la llegada de los contertulios y la ilusión que todo ello
produce.
El
ejemplo que me parece más ilustrativo para un cicloturista puede que sea el de
la amistad entre Don Quijote y Sancho. Existe entre ellos un constante intercambio:
Sancho se desliza, por decirlo así, en la vida de Don Quijote; el cariño hace
que, a pesar de ver su locura, lo tome en serio; se pone en su punto de vista,
se asocia a su proyecto de caballero andante, lo comprende y en esa medida lo
comparte; pero permanece instalado en su propia vida, en su actitud realista,
utilitaria, desengañada, socarrona, en medio de las vigencias sociales
dominantes; por eso sirve de intermediario entre la demencia quijotesca y la
cordura a ras de tierra de la gente: va y viene, establece una comunicación que
permite a Don Quijote circular por el mundo sin que los tropiezos sean
demasiado graves. Y, mientras Sancho se quijotiza, Don Quijote asiste en la
persona cercana de su escudero a la forma de vida de los que no son caballeros
andantes, y no pierde contacto con el mundo que llaman real.
Puede
que no exista una similitud más grande entre un cicloturista y su amigo en la
literatura.
En
fin, lo dejo que es hora de ir preparando la cena.
Buenas
tardes.
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