“Dicen que los viajes ensanchan las ideas, pero para esto hay que tener ideas” (G. K. Chesterton).
Primer día entero en un país extranjero.
Si la primera dificultad que nos encontramos al empezar un viaje
en bicicleta es la incertidumbre ante todos los inconvenientes que nos podemos
encontrar, junto con los comentarios irónicos de la gente que nos puede tratar
de locos aventureros, de soñadores que no estamos en nuestros cabales.
“¿A quién se le ocurre
esto? ¡Irse por ahí! ¡Definitivamente loco de remate! ¡Y todo por un dichoso afán
de no se que aventura!
Esto no suele amilanarnos, estamos acostumbrados, ni nos
encogemos, al contrario, pues nuestra decisión es clara.
Sin embargo viajar no es fácil cuando no se conoce el camino. Hay
incertidumbre, sobresaltos, miedos, dudas, tentaciones de volverse atrás. El
ciclo-viaje no es fácil.
Es casi una verdadera aventura en la que todo no puede, no debe
ser claro, conocido, lógico, evidente a nuestro conocimiento, pues debe estar
más allá de todo eso, debe ser más.
A todo lo anterior, esta vez tengo que añadir, visitar un país
extranjero, una lengua extranjera, las personas extranjeras, costumbres
extranjeras. Otro mundo, vale, los franceses no son tan diferentes, pero algo
especial existe cuando cruzamos un limite, una barrera, una frontera.
No entiendo el francés, aunque en realidad tengo que decir que
salvo el castellano y el valenciano, no entiendo ningún otro idioma.
¿A quién acudir? ¿Con quién comunicarse? ¡Qué inseguridad sentimos
cuando estamos en tierra extraña! Inseguridad que a veces se convierte en zozobra,
en miedo, en angustia. Algo de esto nos puede suceder. Sin embargo es muy
difícil que no se puedan solucionar la gran mayoría de problemas.
Iremos, estamos, sin duda en un país desconocido por mi, de idioma
distinto, de mentalidad diferente... y voy a continuar, no he encontrado de
momento ningún tipo de dificultad, cuando surjan, si surgen, ya veremos.
Continuamos.
Buenas tardes desde Francia.
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