lunes, 26 de julio de 2021

Día 15: Lourdes.

 “Dicen que los viajes ensanchan las ideas, pero para esto hay que tener ideas” (G. K. Chesterton).

Día 15 de esta aventura que ya me ha llevado tal vez al punto más importante de este viaje; Lourdes.

Este santuario a los pies de los Pirineos es el santuario católico más visitado del mundo. Para saber su historia existen innumerables lugares en los que poderse informar, así que no lo voy hacer.

Había que venir, era una  cuestión personal, y ya está cumplida.

He pasado el día visitando todo el santuario y he tenido tiempo para pedir por la salud de todos aquellos a lo que les falta y además he aprovechado para dar las gracias por la forma en la que conservo la mía.

Está aventura que comencé hace hoy hace 15  días es solo una parte de esa verdadera aventura que empezó hace 65 años y varios meses, y es que nacer lo considero el principio de la más extraordinaria aventura, incluso es la suprema aventura. 

Para hacer un viaje en bicicleta al igual que para vivir con paz y tranquilidad hay que incluir la operación aritmética de restar en nuestros planes. Tenemos que hacer como el ebanista o el escultor que quita lo que sobra para extraer la figura, si queremos viajar plenamente debemos de aprender a simplificar.

Es un segundo volver a nacer, y nacer de nuevo exige desechar lo que sobra. Ideas, planes de futuro, preocupaciones, grandes dosis de narcisismo. Para vivir y practicar cicloturismo necesitamos en resumen, desocuparnos. En el momento en que aprendemos la invisibilidad, sabemos decir que no, damos la espalda a nuestra agenda, experimentamos un alivio irresistible. Nos damos cuenta de que el mundo sigue girando sin nuestro permiso. Es algo que he descubierto: no hay mejor medicina que saberse prescindible. 

El hombre feliz es elemental, vive sobriamente. El cicloturista viaja sobriamente. Hay que concentrarse en lo que se está haciendo sin despistarse. Hoy en día es lo más difícil del mundo: estar presentes en lo que hacemos. La mayoría de nuestras angustias y ansiedades se deben a que hacemos cantidad de cosas al mismo tiempo, y casi todas innecesarias. Todo cuanto se nos ofrece a cada instante (informaciones, canales de televisión, iPhones) multiplica nuestros deseos y descompone nuestra atención. La cantidad nos enferma y acelera el tiempo. Cuanto más se nos ofrece más deseamos, y cuanto más deseamos vivimos más insatisfechos.

Ser más lento al caminar, al viajar y no brillar en las conversaciones. Por supuesto hablar mucho menos. No interrumpir lo que estamos haciendo con una segunda tarea. Se trata de cultivar la atención, propiciar la intimidad, aunque sea de un modo intermitente, y acabar con la disponibilidad perpetua a la que nos invita el iPhone. Poner la vida en modo avión, marcharnos a un tiempo sin cobertura.

Buenas tardes.

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