“El hombre ha de tener la suficiente fe en sí mismo para emprender aventuras, y dudar de sí mismo lo suficiente para disfrutarlas” (G. K. Chesterton)
La Curva --- Motril.
Distancia: 67,13
km.
Media: 13,52 km/h.
Altura: 695 m.
Muchos son ya
los días en los que la altura positiva supera los 500 metros, que como dije el
otro día, marca la diferencia entre una etapa asequible y otra más complicada.
No hay duda que
la dureza de hoy a estado camuflada por un paisaje simplemente espectacular,
tal vez porque al no tratarse de una zona muy turística y al haber contado con
la inestimable ayuda de una ligera llovizna que me ha acompañado por una triste
y solitaria N-340, todo ha ayudado a no sentir en las piernas las duras
subidas.
Digo triste
simplemente por el gris del día y por esos colores del mar que he ido
observando durante el día y que en ningún momento me han parecido alegres.
Tengo que decir
que nunca he sido muy marinero, pero me ha gustado de alguna manera, siempre lo
he visto como un desafío, con un poco de aprensión y temor. Como una
representación de lo más grandioso e indomable.
Delante del mar
nos encontramos en un lugar donde es fácil vernos como esa criatura impotente e
indefensa que en realidad somos. Sin embargo, al igual que nosotros, es una fuente
de contradicciones. Nos puede dar consuelo, tranquilidad y belleza, mucha
belleza, una belleza que nos arrulla, que nos extasía y nos anonada. Y, como
nosotros, también es misterioso y oscuro, siniestro y profundo, incontrolable y
mortal.
En fin, es un
conjunto de incongruentes estados que de forma impredecible se suceden y
superponen ante mi incomprensible mirada. Su poder, a veces catastrófico y a la
vez creador, fértil y destructor, ha causado en mi siempre un formidable
impacto, un impacto que me acompañará durante todo el viaje.
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