“El hombre no haría nada si esperara hasta que lo pudiera hacer tan bien, que nadie le encontrara defectos.” (John Henry Newman.)
Santa Pola --- Torrevieja.
Distancia: 49,72
km.
Media: 14,28 km/h.
Altura: 206 m.
Una de las muchas cosas interesantes que
tiene viajar en bicicleta es la cantidad de tiempo que se tiene para pensar y
recapacitar. Un ritmo tranquilo de pedaleo nos ayuda a relajarnos y todo se ve
de otra manera. Solo el paso por alguna ciudad grande, como sucedió ayer con
Benidorm y Alicante, hace que nuestra tranquilidad se vea alterada al tener que
estar atento a coches, semáforos, pasos de peatones, cambios bruscos de
dirección…
Por cierto, ayer se me olvido mencionar
dos encuentros que tuve; a la salida del camping coincidí con Ana, que esta
“bajando” desde Castellón hasta Cádiz, donde se desviará hacia el interior de
la península, no hemos hablado mucho pues llevaba un ritmo bastante más rápido
que el mío, pero estoy seguro que nos volveremos a ver. También hice unos pocos
kilómetros con un chaval mientras cruzaba Alicante, siempre hay momentos para
la tertulia en un viaje.
Hoy he cruzado las Salinas de Santa Pola,
ya lo había hecho muchas veces pero con coche, esta vez y por primera vez en
bicicleta y, tengo que decir que no creo que esa frase de “una imagen vale más
que mil palabras” se pueda aplicar a este caso, seguramente porque al disfrutar
de un poco de tartamudez, desde siempre he creído en el poder de las palabras y
porque no me suelo detener a hacer fotografías.
Así que, os tendréis que fiar de mí y
confiar en que vale la pena visitarlas, sobre todo en esta época del año pues están
llenas de flamencos. Ya se, lo se, los de Pego no van a encontrar espectacular
estas salinas, los de Oliva tampoco, y es que la Marjal Pego-Oliva se encuentra
a la misma altura, aunque es verdad que el conjunto del Parque Natural de El
Hondo y las Salinas que unidas se las conoce como la albufera de Elche es
superior, pero solo en extensión.
Al elegir la ruta por carriles bici y
caminos rurales, por ejemplo; hoy he recorrido una parte del Camino Verde del
Segura, el tramo que coincide con la EV-8, que tengo que decir que sobre todo
es silencioso y solitario, lo que viene perfecto para ir admirando y
deliberando.
Hoy le he dado algunas vueltas a lo
peligrosa que nos resulta la mentira. Pues se nos olvida en muchas ocasiones
que la mentira hace daño. Que el embuste, la falacia en una persona, lo
desacredita por que no puede ser un referente. Un pequeño ejemplo, talvez lo
hayamos visto en estas elecciones pasadas, y es que al mentiroso le falta el norte,
la convicción, las certezas, y se transforma en una veleta que acaba contradiciéndose,
herida por sus mismos dardos lanzados a voleo. El efecto búmeran se ceba con el
mentiroso.
Nos podemos enamorar de muchas cosas, pero
no creo que exista un amor más malo que enamorarse de la mentira. Podemos ser
tolerantes con el engaño, con el trapicheo, pero queremos que nos quieran de
verdad y que nos digan la verdad. Todos tenemos un extraña capacidad para detectar
la falta de amor. La crisis que estamos padeciendo de falta de amor tiene su
origen, básicamente, en un abandono de la verdad. Y es que cuando nada es
verdad, cuando esta falta, incluso cuando la despreciamos, estamos, sin darnos
cuenta, matando el amor y, sin amor, no podemos vivir.
Días antes de empezar este viaje, en una
tertulia junto a un café, nos preguntábamos qué tipo de político está pidiendo esta
sociedad. Hablamos mucho del político compasivo, cercano y humano. Así debe ser
siempre, pero alguno se preguntaba si esto era suficiente. Parece que es lo que
“el mercado” demanda. Hay muchas heridas que curar, es verdad, pero también
sería muy bueno prevenirlas. ¿No será que el modelo de sociedad que tenemos, la
confusión moral, el relajamiento de costumbres, contribuyen a propagar estas
heridas? ¿Basta con una humanidad que renuncie a la verdad? ¿Sería un buen político
aquel que lo aprueba todo?
Es cierto que es pretencioso alardear de
estar en posesión de la verdad; que el peligro de los fundamentalismos es
evidente. Pero también las ideologías son peligrosas, éstas presumen también de
ser la única alternativa y, negando que exista la verdad, imponen la suya.
Alcanzar la verdad, acercarse a ella
requiere un arduo empeño. Hace falta claridad de ideas, apertura de mente,
humildad para reconocer los propios errores; pero el hombre, por naturaleza,
está abierto a ella. Basta con abrir los ojos y observar, basta con ser
honrados y reconocer lo que nos hace bien o no.
No hay comentarios:
Publicar un comentario