¡¡¡Buenos días!!!
Me he
despertado con la sensación de que tenía un trabajo que acabar, no creo haber
cerrado el otro día, el tema del amor y el compromiso conyugal como yo hubiera
querido. ¿Cómo es que existe tanto fracaso matrimonial? ¿Cómo es que se fracasa
tanto en el amor? Y una respuesta que se me olvido el otro día es que, quizás,
nunca hubo amor verdadero en la pareja. Porque, “el amor todo lo disculpa, todo
lo cree, todo lo soporta, todo lo espera”. ¿O no?
No es
cierto que esté diciendo que estimar signifique ser el mártir en la pareja. No
se trata de dejarse humillar, ni de callar y soportar que tu pareja pisotee tu
valía. No es esto el que estoy diciendo. Es más, estoy seguro de que, en muchas
circunstancias, se malinterpretan esas palabras, justificando con ellas el que
se anime a la parte de la pareja que sufre a “aguantar”.
Lo que sí
que creo es que el amor de verdad es capaz de permanecer fiel cuando lo que era
blanco ahora es negro. Cuando uno quiere con el corazón, no se desentiende del
que está pasando por un mal bache. Hay día en que quieres salir corriendo y
piensas que mereces ser feliz, que mereces una vida mejor, que no quieres
seguir en una continua incertidumbre sobre si la cosa mejorará o no. Que lejos
nos parecen entonces las palabras: “en la salud y en la enfermedad, en la
riqueza y en la pobreza…”. Y piensas que no tenías ni idea del compromiso que
asumías.
Es el momento de la comprensión; de la
paciencia; de la sinceridad; del perdón; del diálogo, mucho de diálogo. Es el
tiempo de ponerse a prueba y poner a prueba esa unión. Puede ser que finalmente
la solución sea la ruptura. Pero no se puede llegar a ella sin antes no haber
luchado para mantener el compromiso adquirido.
Esto que
escribo es la reflexión que hago sobre cómo actuar en esas circunstancias que
nos llevan a la ruptura de una palabra dada. ¡Qué sabré yo! Pues no mucho la
verdad. El que sí que sé es que cuando el amor es amor del bueno, como solemos
decir: “no pasará nunca”.
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