¡¡¡Buenos días!!!
Antes de
empezar este nuevo día tengo que decir que me continúa preocupando la guerra en
Ucrania, me preocupa sobre todo porque además de la guerra en sí veo que nos
está afectando más del que desearía. Pasan las semanas y no se ven avances en
la consecución de la paz, tampoco se ven indicios que ni los rusos ni los
ucranianos quieran empezar a pensar en el perdón, a perdonarse mutuamente.
Ya sé, lo
sé, esto no es fácil de hacer; es más, tal vez es imposible de hacer. Es
necesario decir que el perdón no es simplemente una cuestión de quererlo y
seguir adelante. Dejarlo pasar y seguir adelante.
No funciona
así, lo sabemos muy bien los españoles. Estas heridas que penetran en el alma
tardan tiempo a curarse, mucho tiempo a sanar, y el proceso es
insoportablemente lento, es una cosa que no puede acelerarse.
Una guerra
es una herida muy profunda, demasiado destructiva y dolorosa para que la
podamos curar en unos pocos años de nuestra vida. Hay un pequeño refrán que
cierra una verdad tan profunda que no la vemos inmediatamente: “Errar es
humano, pero perdonar es divino”. Esto hace que el perdón sea tan difícil,
existencialmente imposible a veces, no es que nuestros egos estén magullados y
heridos. Más bien, la verdadera dificultad es que una herida en el alma
funciona igual que una herida en el cuerpo; nos desnuda de nuestra fuerza. Lo
que hace que nos resulté muy difícil perdonar.
Espero que rusos y ucranianos empiecen pronto
este largo camino hacia la paz.
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