¡¡¡Buenos días!!!
Es bastante común que reflexionemos sobre lo que
termina, nos agrada meditar sobre lo que hemos vivido y nos gusta evaluar lo
que realizamos: lo solemos hacer al finalizar cada día y más todavía cada fin
de año, hacemos “balances”.
Pero, nos hemos parado a pensar ¿qué es lo que
solemos evaluar? Pienso que uno de los grandes problemas de nuestro tiempo se
trata del reduccionismo que solemos aplicar a esas evaluaciones. Por lo general
suelen ser pocas las categorías: éxito o fracaso, productividad y resultados
obtenidos.
Si nos hacemos esta pregunta: ¿Qué es lo realmente
importante en la vida de una persona al pasar el tiempo? Vemos que las
categorías anteriores no tienen prácticamente importancia. No nos dicen nada de
nuestra calidad de vida ni de cómo nos ha ido humanamente.
Para eso nos deberíamos de hacer otras preguntas y
reflexionar sobre las respuestas que nos hemos dado. Nos deberíamos preguntar: ¿Cuánto
he reído? ¿Cuánto he aprendido? ¿De qué cosas me he liberado? ¿Cuánto he
disfrutado de la vida cotidiana? ¿Cuánto fui capaz de amar? ¿Cuánto me he
dejado amar? ¿Cuánto tengo para agradecer?
Tomarse el tiempo para reflexionar sobre esas
respuestas nos va a permitir ver con otros ojos no solo el día que hemos pasado
y el año que se nos escapa sino toda nuestra vida. No se trata solamente de
hacer cálculos del día y año “bueno o malo”. Tal vez lo que más nos va a costar
es encontrar el tiempo para pensar en nuestro modo de vivir.
Algunos de nosotros elegiremos echarle la culpa de cómo
nos va la vida al destino o a las estrellas, pero la verdad es que no estamos
determinados por ningún poder mágico y oculto, ya que la mayoría de las cosas
que nos suceden depende de nuestras decisiones, de cómo vivimos el día a día y
del sentido que le damos a nuestra vida.
Tengo que decir también que no todo depende de
nosotros, pero de cómo vivimos lo que nos toca vivir solo dependerá de nuestra
voluntad, de nuestra actitud ante la vida y ante los demás. Ser felices depende
más de lo que creemos de nosotros.
Los problemas existen, claro que existen. En la
vida siempre hay problemas que resolver y tragedias sin solución que nos van a provocar,
sin duda, mucho dolor. Sin embargo, la actitud con la que las enfrentemos hará
la diferencia.
No por tener problemas vamos a dejar de ser felices,
las personas más felices no son las que no tienen problemas, sino las que son
agradecidas. Si siempre nos estamos quejando no vamos a disfrutar de la vida. Hay
que tener un sano realismo y ver lo que está mal y luchar para cambiarlo, sin
dejar de agradecer, no perder la alegría.
El 2022 se termina y el 2023 va a comenzar dentro
de nada, pero es solamente una forma de medir el tiempo. Lo que realmente
importa es la calidad de ese tiempo vivido. Ahora nos toca decidir cómo vamos a
vivir cada día de ese 2023, para que cuando lo terminemos podamos dar gracias
porque hemos crecido, hemos perdido y ganado, hemos llorado y reído, en suma,
dar gracias porque vivimos haciendo que valga la pena vivir.
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