“La imparcialidad es un nombre pomposo para la
indiferencia, que es un nombre elegante para la ignorancia.” (G. K. Chesterton)
Desde
luego este jueves a sido un buen día, sol, temperatura agradable y un buen
entrenamiento para Boston podrían ser los hechos más destacados, pero pasan
muchas más cosas sobretodo si dedicamos un tiempo a no hacer nada, nada físico,
porque nuestra mente no para.
Mañana
celebraremos la festividad de san Juan Bosco desde las 08:08 horas en las que
el sol empezara su trabajo.
Pensaba
hoy en todas las desgracias que sucedieron en el siglo XX, y lo hacia a raíz
del triste aniversario que estamos celebrando, el 75 aniversario del campo de
concentración de Auschwitz, que unido a las dos guerras mundiales que sufrió
Europa y la guerra civil que sufrimos los españoles nos muestran lo que no
puede volver a suceder. Jamás.
Lo
que estaba pensando es que por suerte estamos viviendo el periodo de paz más
largo en la historia de Europa, y esto que es toda una bendición nos podría
hacer pensar que es inverosímil que pueda volver a suceder. Si recordamos,
Auschwitz es la monstruosidad del hombre destruyendo gratuitamente al hombre, degradándolo hasta reducirlo a
la nada, borrándolo de la faz de la tierra como si nunca hubiera existido. Es
el triunfo más aberrante del nihilismo. Por eso es preciso defender nuestra
vida común para que algo parecido no vuelva a repetirse. Si ha sucedido, puede
volver a suceder.
Cuando termino la Segunda Gran
Guerra se hizo un esfuerzo por parte de todos para defender la dignidad de cada
ser humano, que cristalizó en la Declaración de los Derechos del Hombre. No
obstante, con el paso los años, estamos viendo que nos interesan cada vez más
los derechos y cada día menos el hombre. Esto ya sucedió en Auschwitz.
Todos estamos de acuerdo en que
la democracia es el mejor remedio contra la dictadura y, sin embargo, fue la
democracia quien elevó al poder al tirano. La simple votación puede resultar fatal
si el débil está en minoría y la mayoría se une contra él. La democracia es
fundamental, pues defiende la capacidad de elegir, pero ha de haber algo
anterior que ilumine nuestras elecciones.
Tenemos que volver a poner el interés
por el hombre, tenemos que empezar otra vez. Lo conseguimos después de Auschwitz,
¿por qué hemos de volver atrás? Hay que andar con precaución con el mito del progreso.
Progresar es avanzar, caminar hacia adelante. Es el camino de la vida. Andemos juntos,
pero cada cual debe dar sus pasos.
Al final quien progresa no es
la sociedad, sino las personas. Nos envilece lo mismo estrangular al indefenso
en una caverna que dispararle con un láser en una astronave. Por eso, ciertas
decisiones debemos adoptarlas cada uno. Cada cual debe hacer, pues, su propia valoración
de la indiscutible valía de la condición humana.
Resulta que, antes de los
quehaceres, está lo que somos. Por eso, antes de las libertades y los derechos,
antes del hacer, está el que hace. Descubrir al hombre nos lleva a una libertad
más plena que el mero acto de elegir: la libertad que acepta reconfortada lo
recibido. Este es el principio del camino que debemos emprender, disfrutar y
cuidar lo que hemos descubierto y recibido. Ya se que para muchos esto parece una
concesión a la dictadura de la verdad.
Hoy se tiende a ver la verdad
como un peso que aplastaría nuestra libertad poniéndole trabas y barreras. Unas
trabas y unas barreras que nos separan de nuestros sueños y que pensamos que la
tecnología nos permitirá traspasar, y para que nada se interponga en el quehacer
de nuestra libertad: ¡haremos con el ser y la naturaleza lo que se nos antoje!
Pero este presunto avance es un retroceso. La naturaleza, dentro y fuera de nosotros,
es un gran regalo por cultivar, no por avasallar.
Estamos en unos momentos de
debilidad de la dignidad de la persona, esa debilidad reclama nuestros cuidados.
Buenas Noches.
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