jueves, 16 de enero de 2020

es razonar sobre como debería ser un buen gobernante...

“La imparcialidad es un nombre pomposo para la indiferencia, que es un nombre elegante para la ignorancia.” (G. K. Chesterton)


Buenos Días:
San Marcelo es a quien dedicamos este día, aunque son muchos más los que celebran hoy su fiesta. El sol saldrá a las 08:17 horas y nos acompañará hasta las 18:03 horas.
He criticado, un poco, en los últimos días a los políticos que nos están gobernando, y por eso creo que ahora es necesario que muestre como debería ser, según mi modesto entender, un buen gobernante. Ya se que personas más enteradas corregirán o precisarán algunas partes de lo que voy a escribir. También se me podrá acusar de ingenuo y aún peor me podrán decir que soy un teórico.
La verdad es que me importa poco porque lo que me interesa es razonar sobre como debería ser un buen gobernante para consolarme y consolar, si es posible, a los que pueden leer esto, victimas todos de la incertidumbre y el desanimo que nos produce el contraste entre lo que esperamos de nuestros gobernantes y lo que nos toca ver y soportar.
Antes me gustaría decir que la idea misma de la política ha cambiado, lo que debería de ser el arte moral del buen gobierno que comenzaba con el buen gobierno del gobernante sobre sí mismo a pasado a convertirse en una ilusa técnica que jamás podrá responder a la profunda realidad personal de nuestra sociedad. Me explico: hace tiempo que lo político ha dado un paso hacia el cinismo del poder abandonando toda consideración moral que se funda en la noción de persona. Una vez que se olvida la persona como fundamento de la sociedad y es reemplazada por el individuo teóricamente individualista y salvaje, la política sea convertido en un simple juego de negocios cuyo premio es el poder. Y de esto no se puede esperar nada bueno. De verdad, nada bueno.
Por lo tanto, lo primero que deberíamos hacer es volver a poner a las personas en el centro de toda acción política, recuperar el valor del bien común y los grandes principios de la subsidiaridad y la solidaridad. Y para hacerlo debemos volver a los principios fundamentales del gobernante, cuya primera virtud debería ser la preocupación ética, el estudio de las virtudes para ser él mismo virtuoso porque la razón de ser del gobierno es hacer virtuosos y no viciosos a sus gobernados.
Otra característica de un buen gobernante debería ser el domino sobre sus pasiones y no dejarse llevar por ellas, a no precipitarse en sus decisiones e influenciado por favoritismos y adulaciones. Deberían de gobernar siempre hombres magnánimos, dignos, y no hombres pusilánimes, miedosos y que basan sus cálculos en no quedar mal u obtener su comodidad, su fama o algún otro de esos fatídicos oropeles que conducen a la ruina a una sociedad.
La siguiente condición de un buen gobernante es buscar como fin de la sociedad a la que gobierna la felicidad máxima para todos dejando de lado intereses particulares y de su partido político si lo tuviera. Esto implica por supuesto la prudencia para recordar constantemente cuales son los principios buenos, comprendiendo su aplicación a los casos concretos y su decisión de cumplir las decisiones tomadas después de un prudente estudio.
En resumen, tiene que ser humilde, pues si nos paramos pensar un poco nos daremos cuenta que la humildad es la base de todas las condiciones anteriores, una humildad que no es otra cosa que vivir con la verdad, es decir, el ejercicio primordial de la verdad en el propio corazón, la verdad hecha vida cotidiana. Sólo la humildad puede hacer que el gobernante actúe con conciencia recta y no cegado por la soberbia.
Supongo que estaréis pensando: que un gobernante nunca gobierna solo y que requiere que los mismos gobernados lo acompañen en la búsqueda de las virtudes que todos necesitamos para construir una sociedad sana, y tenéis razón. Por eso, siempre tendremos los gobernantes que merecemos, diría más, los que podemos según la manera en que actuamos como ciudadanos. De lo que se trata es de educarnos como gobernantes para ser buenos gobernados y así tener buenos gobernantes.
Todo muy complicado de realizar pero indispensable siempre.

Feliz Día. 

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