lunes, 20 de enero de 2020

lo ha dicho literalmente la ministra...

“La imparcialidad es un nombre pomposo para la indiferencia, que es un nombre elegante para la ignorancia.” (G. K. Chesterton) 


Buenas Noches:
El sol debería de empezar a alumbrarnos mañana a las 08:15 horas, qué ya os digo yo que no lo veremos, y supongo que visto el día de hoy puede que tampoco lo veamos despedirse a las 18:09 horas. Es lo que tienen estos días de frío y lluvia. Un día triste y feo este de san Fabián con el que empezamos la semana. Por cierto mañana celebramos a santa Ines.
Voy a realizar un cambio, pasaré de los “Buenos Días” a las “Buenas Noches”, al menos durante una temporada en la que voy a cambiar un poco la rutina diaria, para ver si consigo tener un poco más de control con mis actividades diarias.
He estado esta mañana repasando la prensa, en Internet, para ver si ha pasado algo interesante durante el fin de semana, y no puedo evitar hacer un comentario sobre dos manifestaciones de las ministras Isabel Celáa e Irene Montero porque las considero demagógicas y que tienen el propósito de confundir y de paso atacar algunos derechos fundamentales.
Los hijos no son propiedad de los padres”, lo ha dicho literalmente la ministra Isabel Celáa. Y tiene toda la razón del mundo, ninguna persona es propiedad de otra, incluido el no nacido. Pero la cuestión que me gustaría subrayar no es la “propiedad” del hijo, sino la responsabilidad sobre éste, y esta es de los padres con un carácter completo y general, incluida la educación -que no puede confundirse con la enseñanza, ni la instrucción- y todavía más en el ámbito específico de la moral y las creencias religiosas.
Qué gran contradicción que quienes defienden el aborto a capa y espada, y sin límites proclamando que el ser humano no nacido es propiedad absoluta de su madre, tanto que pueden decidir sobre su vida y su muerte, postulen la ausencia de todo derecho y su traspaso al estado cuando alcanza la edad infantil.
Irene Montero, por su parte, me parece que en la misma comparecencia, dijo: “Entendemos también que el pin parental es un elemento claro de censura educativa y sobre todo de machismo; los hijos y las hijas de padres y madres tienen el mismo derecho que cualquier niño o niña a ser educados en el respeto y la promoción de los derechos humanos, a ser educados a que tienen el derecho de amar a quien quieran, cuando quieran y como quieran”.  Vamos a ver, según lo veo yo lo que viene a decir Montero es que quienes en nombre de sus valores morales o religiosos discrepan de las tesis del feminismo de género y de las identidades de género censuran y son machistas, y que a los niños en edad infantil se les ha de enseñar ya cómo son las relaciones sexuales afectivas propias de la edad adulta. Esa puede ser la visión de unos padres para con sus hijos, pero en ningún caso puede formar parte de una concepción de estado.
Si miramos un poco hacia atrás nos daremos cuenta de aquel enorme engaño cuando nos decían refiriéndose al aborto, al matrimonio homosexual y ahora a la eutanasia que esas leyes; “no obligan a quien no quiere”. Que sucede, pues que una vez se establece una ley con la excusa de añadir algunos derechos se extrapolan sus contenidos a todos los órdenes de la vida, con la pretensión de configurar una doctrina de estado.
Y lo que era evitar una discriminación en el matrimonio, se ha convertido en la obligación de educar a los niños en la homosexualidad, la bisexualidad y la transexualidad, en una promoción del aborto, en el carácter voluntario de la asignación sexual. Es así como sucede aunque nos cueste aceptarlo.
Pero es que el debate no me gustaría que se centrará en la igualdad, la seguridad, la educación afectivo sexual, sino en primer lugar sobre el reconocimiento efectivo del derecho de los padres a la educación moral y religiosa de sus hijos, y el deber del estado en colaborar en ello. Y en segundo lugar, en cómo se traducen todos aquellos principios, porque en nuestra sociedad plural no hay una sola concepción de la educación afectivo sexual, sino tantas como concepciones morales y religiosas.
Porque es lógico que el estado no asuma ninguna creencia moral concreta, es neutral, laico en este sentido, y no puede imponer una determinada concepción moral más allá de la contenida en la Constitución, y lo que pretende imponer el gobierno actual no forma parte de ella. Es más: constituyen una forma de pensar muy particular, minoritaria en el ordenamiento jurídico mundial. Los “ismos” como ideología que son, pueden inspirar las leyes de un gobierno, como puede hacerlo la socialdemocracia o el conservadurismo, pero no pueden ser doctrina de estado, ni a través de sus leyes conculcar los derechos constitucionales.
Es indudable que cuestiones tales como la sexualidad están sujetas a principios y valores morales, y la existencia de determinadas leyes no puede impedir que se eduque en ellas. La oposición al aborto como opción moral no puede ser impedida por el estado, ni puede limitar el derecho a la libertad de expresarse y educarse en ello. Lo único que la ley hace es convertirlo en legal, favorecerlo económicamente y facilitar que se cumpla y que no se impida su práctica, pero nada más.
Es una muestra que también puede extenderse a las relaciones sexuales antes del matrimonio, al valor de la abstinencia sexual, de la fidelidad, de su relación entre práctica y desarrollo afectivo sexual, a la finalidad del matrimonio y tantas otras cosas. Las leyes que permiten estas cuestiones no impiden expresarse libremente de forma contraria a ellas, y educarse en ellas; es más, ni tan siquiera pueden impedir que políticamente y en el marco de la Constitución se actúe políticamente para modificarlas. Si lo hiciera, el estado se estaría convirtiendo en totalitario.

Feliz Noche. 

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