“La imparcialidad es un nombre pomposo para la
indiferencia, que es un nombre elegante para la ignorancia.” (G. K. Chesterton)
Por
fin un día como debe ser, con sol y temperatura agradable, esperemos que mañana
continúe, si mañana a las 08:11 horas vemos el sol al menos empezaremos la
semana con buen ánimo, y podremos celebrar a santa Ángela cómo se merece.
Ayer tuve que escuchar como me instigaban a
que usara mucho más los medios digitales, todos ya sabréis que no suelo ser un
asiduo de las redes sociales a las que me acerco en muy contadas ocasiones, soy
lo que suele denominarse como “offline”. No tengo aún la necesidad de
utilizarlas.
Siempre
he comentado que si dejamos de preguntarnos el por qué y el para qué de las
cosas, cuando ya no nos interesa la verdad y nos conformamos en sentirnos bien
y cómodos, si no buscamos la utilidad de las cosas y de las personas, cuando
cambiamos las razones por las sensaciones, entonces cuando “desconectamos" del
mundo online la vida se vuelve vacía
y nos acecha el sinsentido en cualquier momento.
A
nuestro alrededor cada vez nos encontramos con más personas que tienen la
necesidad de cambiar de una experiencia a otra, de una novedad a otra, personas
que se encuentran en un circulo vicioso de consumo que no les lleva a ninguna parte
y que les va sumergiendo a cada uno en una aterradora soledad y en una
incapacidad para ver a las demás personas y a su vida en toda su realidad.
Sí
cada vez son más las personas que se encuentran en esa situación, la sociedad
va perdiendo su capacidad reflexiva y se dedica a vivir solo en la inmediatez
de buscar una gratificación instantánea, van aumentando las personas con
ansiedad y depresión, porque nadie soporta esperar, nadie tolera ver frustradas
sus expectativas. Nadie sabe ya aburrirse y por eso hay menos creatividad.
La
gente no quiere pensar demasiado y esto lleva a que las ideas y la realidad se
simplifiquen contribuyendo así una polarización social sin matices y sin
comprensión. Y si además nos encontramos con que no tenemos raíces, ni tradiciones,
ni unos vínculos sólidos donde cogernos, estaremos a merced de cualquier moda
que surja a cada momento.
Por otra parte, vemos que existe como una especie de
obligación de mostrarse siempre perfecto y feliz, para luego sufrir en soledad
que nada de lo que muestro es real. ¡Cómo si la felicidad fuera vivir sonriendo
y posando para una foto! Y es que huir
de la realidad nunca nos hace felices, solo distrae, porque siempre volvemos a
tener que enfrentar lo real. Las raíces de estos dilemas son más
profundas de lo que suele pensarse y las nuevas tecnologías no lo han provocado,
sino que lo han amplificado.
Todos hemos visto como hay personas que tienen terror de
no estar conectados a internet. La primera pregunta que muchos hacen en
cualquier lugar nuevo al que llegan es: ¿Tienen Wi-Fi?
La escasa tolerancia a la frustración, encuentra una
válvula de escape en los teléfonos móviles: si estás aburrido, si estás
estresado, si estás cansado, automáticamente te sumerges en la tablet o en el smartphone. Es
el escape más rápido de cualquier situación desagradable.
Por otra parte, aunque hoy podemos acceder a un caudal
incontable de información disponible, somos más vulnerables ante los contenidos falsos porque no se dispone de
criterios para el discernimiento, ni se dedica tiempo a buscar fuentes o
evidencias.
Todos lo que escriben en Internet
así como los periodistas profesionales saben que cada vez menos gente lee un
artículo completo, la mayoría deambula por los titulares y con suerte leen un poco
el breve resumen que hay debajo del titular o algún párrafo marcado en negrita.
Todos opinamos a partir de
titulares u opiniones y comentarios que no verificamos su origen, haciéndonos
incapaces de llegar al fondo de las cosas.
Hoy se consumen pequeñas dosis de contenidos, “frases
célebres” que dicen cosas obvias como si fueran grandes descubrimientos
existenciales y cuesta mucho sostener pensamientos largos.
Curiosamente todos los expertos nos dicen que el mejor modo
de aprovechar las nuevas tecnologías es saber vivir en un mundo offline.
Esto no significa vivir desconectados, pero sí administrar la vida online para
que esta no se vuelva “La Vida”, sino tan sólo un aspecto de nuestra vida.
El tema del uso de internet, de las redes y la adicción
al teléfono móvil despiertan toda clase de debates y posturas extremas, desde
la ingenuidad de que “es el mundo que viene”, hasta el pesimismo de que los
celulares “nos destruyen el cerebro y la vida social”. Ni lo uno, ni lo otro.
Como tantas cosas de la vida humana, dependen del uso que
le demos, de la madurez con que se las utilice, de la libertad que tengamos
frente al mundo on line.
Cuando su uso está medido por la reflexión, el discernimiento
y existe la libertad de desconectarse para priorizar los vínculos y la vida
real fuera de internet, no es un problema sino una herramienta en un mundo
hiper-conectado.
Nada más que una herramienta,
no la vida misma. La vida siempre es mucho más rica que lo que publicamos,
mucho más importante que lo que mostramos, mucho más valiosa que lo que otros
puedan opinar.
Buenas Noches.
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