“La imparcialidad es un nombre pomposo para la
indiferencia, que es un nombre elegante para la ignorancia.” (G. K. Chesterton)
Día
interesante el de hoy, aunque no se ha despejado del todo hemos podido
disfrutar un poco del sol que no ha podido con la humedad que hay en el
ambiente. Mañana estoy seguro que intentará brillar con todas sus fuerzas y, lo
hará a partir de las 08:13 horas, ya veremos si llega a calentar. San Francisco
de Sales es a quien festejaremos mañana.
Me
llama la atención como nuestros políticos contestan en las entrevistas lo que
quieren sin ningún tipo de rubor, por ejemplo; se les pregunta sobre un tema y
contestan lo que les interesa sin que tenga nada que ver con la pregunta.
El
otro día, en su primera rueda de prensa como presidente de gobierno, a Sánchez
le preguntaron por la que iba a ser la nueva fiscal general
del Estado, Dolores Delgado. Y Sánchez dio un triple salto mortal para
justificar su elección. Evitó dar explicaciones de por qué ha propuesto a
alguien como fiscal general del Estado que ha sido diputada del PSOE y ministra
hasta ayer. Acabó asegurando que el PP y las asociaciones de fiscales que critican
el nombramiento porque bloquean todo, bloquean la justicia. La oposición
critica su decisión porque no reconoce el resultado electoral.
La respuesta fue un ataque a la oposición sin responder a
la pregunta. Para muchos es un alarde de retórica y de ser un buen político el
saber evadir las preguntas complicadas y a la vez atacar al partido contrario,
pero esta actitud de nuestros políticos no es hacer política. Esto sucede también
fuera de la política, empiezas leyendo un articulo sobre un tema y al segundo párrafo
ya se está atacando y descalificando al que piensa diferente, los aspectos
negativos siempre son por culpa del que tiene otra forma de pensar al que no
hay que rebatir sino destruir.
Si continuamos con el ejemplo anterior veremos que Sánchez
equiparó la crítica a esa decisión con un cuestionamiento de su legitimidad.
Que se reconozca la legitimidad de un presidente no significa considerar bueno
todo lo que hace.
En democracia el ser presidente, alcalde o concejal y lo
que se hace como presidente, alcalde o concejal son cosas distintas. De hecho,
la democracia se basa en la distinción entre los dos planos. Porque se le
reconoce como legítimo presidente de un Gobierno democrático y no como monarca
absoluto, se critica lo que ha hecho.
En este ejemplo, Sánchez confunde la legitimidad de “su
persona” como presidente del Gobierno, legitimidad que solo cuestiona Vox, con
que aceptemos todo lo que hace, aunque quiebre claramente, en este caso, la
independencia de las instituciones.
La política es el ámbito de la gestión, de lo que se
hace. El ser negro, blanco, progresista, liberal o presidente del Gobierno,
perfectamente legítimo, ni es cuestionado ni da un plus de valor a las decisiones
que se toman. Quien acepta entrar en un debate de legitimidad y de identidades
hace la misma política de Sánchez, que es una política de fracturas
insalvables.
El que ha sido elegido democráticamente para un cargo
tiene toda la legitimidad, es decir toda la bendita debilidad de un sistema democrático,
para ser valorado, juzgado y votado por lo que hace, no por lo que es.
La pregunta que nos surge es: ¿como es posible que no se
tengan claros estos conceptos tan básicos? Pienso que se debe a que se manipula
el concepto de la dignidad de la persona o lo que sería peor no se sabe lo que
significa.
Este concepto tan importante si no se entiende bien corre
el riesgo de desvirtuarse y de convertirse en un instrumento de manipulación
para intereses particulares. ¿De qué dignidad hablamos? ¿Qué entendemos por
dignidad de la persona humana?
Sólo un ejemplo, hoy en día los propulsores de los así llamados
derechos de los animales hablan cada vez más de una supuesta dignidad de los
primates, o de los mamíferos, o de todos los seres vivientes. De hecho, está
cada vez más en boga hablar de la diferencia entre los hombres y los animales
como una diferencia solamente de grado y no de esencia. La dignidad de la
persona a menudo se reduce a la libertad entendida como autonomía absoluta, lo
cual imposibilita una recta comprensión de los derechos humanos y quita la
posibilidad de distinguir entre verdaderos derechos y meras preferencias
personales.
Frente a estas distorsiones y por su importancia es
preciso definir bien qué se entiende por dignidad humana.
La palabra latina "dignitas", de la raíz
"dignus", no sólo significa una grandeza y excelencia por las que el
portador de esta cualidad se distingue y destaca entre los demás, sino también
denota merecimiento de un cierto tipo de trato. Así la dignidad se puede
definir como una excelencia que merece respeto o estima.
Dado que la dignidad de la persona depende no de sus
capacidades particulares, sino de su naturaleza, es común a todos los miembros
de la familia humana. Así como todos los hombres participan igualmente de la
humanidad, todos poseen una igual dignidad que es característica de la
humanidad.
Sin embargo, aunque parece obvio, que todos los hombres
poseen una igual dignidad, este principio es frecuentemente violado. Los Nazis
excluían a los judíos y otros indeseables del estado de las personas que posean
una dignidad propia. Durante más de un siglo los norteamericanos y otros
pueblos negaban la dignidad personal a los hombres de raza negra, y los
sometían a la esclavitud como seres inferiores. Hoy en día nuestra civilización
niega la dignidad personal a los no nacidos, a veces permitiendo el aborto
hasta durante los primeros meses de gestación.
Las diferencias entre los hombres son evidentes. Algunos
poseen una inteligencia superior, otros son mejores atletas, otros gozan de una
particular sensibilidad artística. Si la dignidad del hombre dependiera de
cualquiera de estos factores, no se podría hablar de una dignidad común de las
personas, sino que existiría una vasta gama de dignidades particulares, y así
también los derechos de los hombres variarían de persona en persona.
No obstante, la dignidad no es fruto de las cualidades
particulares, sino de la naturaleza racional y espiritual del hombre. Ni la
enfermedad, ni el color de la piel, ni la inmadurez física o emocional, ni el
desarrollo de las propias capacidades, ni las creencias religiosas, ni la clase
social pueden cambiar la dignidad esencial de todo ser humano y los derechos
que son consecuencia de esta dignidad.
Esta es la clave.
Buenas Noches.
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