“La imparcialidad es un nombre pomposo para la
indiferencia, que es un nombre elegante para la ignorancia.” (G. K. Chesterton)
Buenos
Días:
Ya
ha empezado a andar 2020, y estoy seguro que muchas cosas que deseamos hacer no
van poder realizarse por muy buen propósito que tengamos, y nos vamos a
encontrar con una serie de dificultades encadenadas que nos impedirán cumplir
con nuestros proyectos.
Durante
esos días aparecerá en nuestro interior una voz que nos irá diciendo, con buena
intención, ¿para qué complicarse la vida? ¿No puedes quedarte en casa tranquilamente
viendo la televisión?
Esa voz no se callara y continuará insistiendo: no solo
no realizaste lo que querías hacer, sino que has estado perdiendo el tiempo.
Tal vez, respondamos entonces a esa voz que, si empiezo a pensar en todas las
cosas que me pueden salir mal, al final no movería un dedo para nada.
Esta respuesta puede que nos tranquilice por un momento,
pero no terminará de resolver el dilema que tantas veces nos persigue: ¿por qué
hacer las cosas bien hechas resulta tan difícil y a la vez contraproducente en
algunos casos? No es fácil responder.
Durante nuestra vida vamos a tener “rachas” donde va a
parecer que estemos en una carrera de obstáculos. Cada cosa que comencemos se
nos vendrá abajo en el momento siguiente de empezar. Y un sentimiento de frustración
empezará a apoderarse de nosotros y recurriremos otra vez a respuestas tipo:
para lograr el éxito hay que fracasar muchas veces. Pero a nosotros no nos
gustaría que la vida fuera así.
Tal vez, entonces nos encontremos en el momento de
hacernos otra pregunta: ¿qué significan tantas derrotas y cómo las voy afrontar
serenamente? La respuesta no es fácil, pues aceptar que esas derrotas tienen un
sentido es complicado, pero si conseguimos ver los fracasos de otra manera,
como un camino que hay que recorrer, tal vez se nos habrá un pequeño resquicio por
donde buscar la solución.
Y entonces, aumentaremos nuestra dosis de paciencia. Nos
levantaremos cada mañana con el ánimo renovado para hacer más grande aquel
pequeño resquicio.
No es fácil que nuestros proyectos se conviertan en
realidad fácilmente, pero cada mañana hay que levantarse con la intención de conseguirlo,
no habría que desanimarse, ¿pues nuestro proyecto es mejor si se realiza fácilmente?
¿Es más auténtico si, por el contrario, nos toca sufrir para conseguirlo?
La norma, debería ser, más alta que la mera confrontación
del éxito o fracaso. Quizá la pregunta no deba ser: ¿Tengo éxito?, sino, más
bien, ¿Qué hago y por qué y cómo y para qué hago lo que hago?”.
Tenemos que hacer lo que podamos sin excesivas angustias
por la eficiencia, y vuelvo una vez más, es mi debilidad, a G. K. Chesterton
cuando dijo: “Cuando una cosa merece la pena, incluso merece
la pena hacerla mal.”
Feliz
Día.
No hay comentarios:
Publicar un comentario