Miércoles 28 de febrero de 2018.
“En un mundo superior puede ser de otra manera, pero aquí abajo, vivir
es cambiar y ser perfecto es haber cambiado muchas veces”. J.H.N.
Muy Bien; otro cumpleaños, así
que; ¡REME, FELICIDADES POR TU CUMPLEAÑOS! Ya se que siempre voy con un día de
retraso y que no debe ser muy cierto ese refrán de que “A quien madruga Dios
ayuda”, pues siempre soy el último en enterarme.
No se a vosotros pero a mí en
los cumpleaños siempre me aparece cierto poso de nostalgias. ¿Quién puede
librarse ese día aunque sea de una breve reflexión sobre el tiempo que pasa?
Hay una concepción griega del
tiempo, escéptica, desengañada, que considera que todo es reiteración: lo que
pasa ya pasó y lo que ha de venir no será demasiado diferente al presente o al
pasado. En fin, nada es nuevo y todo es un ciclo. Frutos de semejante criterio
son la melancolía y cierta incapacidad para comprender el paso del tiempo.
Advierto, con tristeza y algo de perplejidad, que mucha gente hoy se apunta a
esta visión desencantada del tiempo.
Esta claro, el tiempo pasa y
huye sin remedio. Y si recordamos, veremos que Quevedo lo dijo muchas veces,
acaso mejor que nadie:
“¡Cómo de entre mis manos te resbalas!
¡Oh, cómo te deslizas, edad mía!
¡Qué mudos pasos traes, oh muerte fría,
es con callado pie todo lo igualas!”
Y en otra ocasión dijo también
magistralmente:
“El tiempo, que ni vuelve ni tropieza,
en horas fugitivas la devana.”
Sin duda, Quevedo es mucho
Quevedo, sin duda. Pero, ¿se nos dice toda la verdad? El tiempo pasa, pero la
edad «se tiene», como decimos normalmente. La fugacidad del tiempo, ¿es tanta
como se dice? ¿No es más cierto que se va acumulando, depositando,
constituyendo la sustancia de nuestra vida?
Si echamos la vista hacia
nuestro el pasado, nos encontramos, tal vez con sorpresa, que «está ahí».
¿Dónde? no se sabe bien; pero se podría responder, por lo pronto: dentro.
Ya no me acordaba en mi balcón
7,5 grados, frío.
Feliz y Dulce Día.
No hay comentarios:
Publicar un comentario