sábado, 24 de febrero de 2018

Sábado. 24 de febrero de 2018.


Sábado. 24 de febrero de 2018.
“En un mundo superior puede ser de otra manera, pero aquí abajo, vivir es cambiar y ser perfecto es haber cambiado muchas veces”. J.H.N. 
Bien, no me parece mal retrasar el día de la paella y me parece bien que lo cambiemos por un almuerzo para todos aquello que nos habíamos hecho la ilusión, en fin, cambiare el tema de hoy, me lo guardare para cuando se acerque la paella.  
Bueno, voy pues a contaros algo de lo que hice ayer por la tarde en el Portal de la Marina, mientras me encargaba de la entrega de dorsales para el Circuito de la Marina Alta, y tuve una larga conversación sobre la prisión permanente renovable, un tema que crea mucha más controversia de lo que me imaginaba.
Pero antes os contare que ahora en mi balcón estoy a 6,1 grados, vuelvo a insistir, frío.
La primera pregunta que me plantee anoche al volver a casa fue es ¿Por qué nos resulta tan difícil aceptar el principio de reinserción en algunos supuestos?
 El problema según lo veo es que se legisla a golpe de telediario y buscando no la verdad sino el impacto emocional en los votantes. En ese sentido, encuentro muy preocupante la rentabilización política de las víctimas. 
Si nos detenemos un momento nos podremos dar cuenta que éstas han pasado de ser groseramente ignoradas por el sistema penal –eran una simple prueba de cargo para condenar al culpable - a ser utilizado su sufrimiento y a confundir sus comprensibles deseos con las necesidades reales de la política criminal. 
En el fondo, encuentro que late una visión negativa, pesimista, individualista del ser humano. Late por debajo un individualismo atroz que apuesta por la venganza y que pone en duda la perfectibilidad de los seres humanos. 
Por lo que detrás de múltiples cuestiones sociales lo que hay es una concepción de la realidad humana de bajo vuelo. El ser humano es mucho más que su conducta, por abyecta y reprobable que sea. No nos damos cuenta de que la venganza (por muy maquillada que la queramos presentar) deshumaniza siempre al que la practica. 
Igual que las torturas pueden arrancar confesiones, la cadena perpetua puede dejar una cierta sensación de satisfacción ante lo irreparable del daño cometido por el asesino, pero ninguna de las dos sacan lo mejor de unos y de otro. 
No puedo resumir unas tres horas de tertulia en unas pocas líneas, por lo que mañana continuare un poco más.

Feliz y Dulce Día.

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