sábado, 17 de febrero de 2018

Sábado. 17 de febrero de 2018.


Sábado. 17 de febrero de 2018.
“En un mundo superior puede ser de otra manera, pero aquí abajo, vivir es cambiar y ser perfecto es haber cambiado muchas veces”. J.H.N.
Ayer en el carajillo después de la cena, no nos poníamos de acuerdo en definir lo que sería un bien común y mucho menos una moral común, y que estamos dejando toda nuestra confianza en la capacidad que puede tener el Estado de Derecho en solucionar esta situación.
Por cierto en mi balcón, unos esperanzadores 11,7 grados que nos preparan para un gran día.
No voy ahora a criticar el Estado de Derecho, sino esa confianza, a veces ciega, en esa democracia que se concibe como una justificación no religiosa que va más allá de la moralidad y que se basa en los fundamentos normativos del Estado. Ya se que es necesario, para que el Estado sea laico, que las justificaciones religiosas, metafísicas, o como se las quiera llamar, se “traduzcan” en una racionalidad secular.
Y, yo me pregunto: ¿Pero es posible mantener en pie esos fundamentos y la misma convivencia sin que esas justificaciones estén presentes de algún modo? Presentes, por supuesto, desde la experiencia de cada uno, respetando las reglas propias de una sociedad plural y de la libertad.
¿Por qué seguimos pensando que ser libres e iguales en derechos es suficiente para mantenernos juntos?
No pensáis que nuestra sociedad debería tener en cuenta la posibilidad de que la “cultura del sentido común”, que tan bien nos ha funcionado hasta ahora, no consiga conservar, frente a los retos totalmente nuevos el nivel de flexibilidad que ha tenido hasta ahora. Las preferencias individuales están obligando a que la mayoría de las relaciones se desarrollen en ese ámbito y nos esta faltando el reconocimiento mutuo en nuestras relaciones a la hora de tomar decisiones. 
¿Por qué nos falta este realismo elemental? Me parece que, por algunas reacciones que estoy viendo no vamos a ser capaces de conservar la cultura del sentido común. ¿Por qué tenemos tanta dificultad para reconocer el problema? ¿No sería ese reconocimiento ya un buen comienzo para resolverlo?

En fin; Feliz y Dulce Día.

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