Viernes.
16 de febrero de 2018.
“En un mundo superior puede ser de otra manera, pero aquí abajo, vivir
es cambiar y ser perfecto es haber cambiado muchas veces”. J.H.N.
Todo parece indicar que por
unos días se nos ha marchado el frío, al menos ahora “disfruto” de unos casi
agradables 13,1 grados.
Buen día el de ayer, por
cierto, en el que tuve la ocasión de reflexionar un poco más sobre el “Día de
los Enamorados” y sobre la necesidad de quererse a uno mismo para amar a los
demás.
Supongo que lo habré escrito
alguna otra vez, pero es que hoy mucha gente considera que el amor es
exclusivamente un sentimiento y como tal lo tratan, pero la realidad es que el
amor va más allá del sentimentalismo, implica también renuncia, sacrificio, …
El amor ha de ser libre y para ello es necesario que exista la voluntad.
Ahora no tengo más remedio que
resaltar, otra vez, ese aspecto del amor que está más ligado a nuestra voluntad,
a renunciar a sí mismo en favor de la persona amada, a ese aspecto que hace que
el amor sea, en esencia, un acto libre de entrega a otra persona. Porque, si lo
pensamos un poco, el amor sin voluntad no es amor.
Enamorarse como ya sabéis es
bastante fácil. Lo difícil es mantenerse enamorado. Pero cuando se escoge a alguien,
cuando elegimos a esa persona y la convertimos en nuestra esposa o esposo, el
enamoramiento se convierte en amor conyugal, comprometido, definitivo, dispuesto
a sacrificios sin cuento, y se obtienen fuerzas suficientes para mantenerlo.
Sucede a veces que alguien se
casa calculando mal; pensando: "¿esta persona me hará feliz según lo que
yo quiero?". Pasados los años dice: "Ah, no me está haciendo feliz
como yo quería, entonces la abandono y tengo derecho a dejarla". ¡Pero eso
no es amor! El amor es aceptar a la otra persona para bien o para mal. Es
incondicional, con cambios y todo.
En fin, ¡vamos a por este viernes!
Feliz y Dulce Día.
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