martes, 20 de febrero de 2018

Martes. 20 de febrero de 2018.


Martes. 20 de febrero de 2018.
“En un mundo superior puede ser de otra manera, pero aquí abajo, vivir es cambiar y ser perfecto es haber cambiado muchas veces”. J.H.N. 
Veo que no se mueve mucho la paella para el día 3 de marzo, esperaremos unos días más para tomar una decisión, a ver si se anima alguien, de momento en mi balcón 12,3 grados. 
Tengo que aclarar un poco lo que dije ayer, ya que he visto que no lo veis muy claro, si echáis un vistazo a las opiniones de la mayoría de los que os rodean veréis como vienen a decir que: “hay que evitar tiempos pasados de guerras y persecuciones civiles por razón de creencia o religión. Por tanto, este sistema es mejor que los que ya conocimos en el pasado. Convivamos en el respeto mutuo y la tolerancia”. Este sentido común cívico atina. Es el que hoy por hoy nos mantiene en el pluralismo político y es al que se le atiza desde las ideologías. 
Pero, rasquemos un poco, la justificación racional del Estado de Derecho por parte de los politólogos no es de sentido común, sino secularizada y tan metafísica como la creencia en los unicornios o en las brujas. Dice poco más o menos así: el Estado neutro de creencias religiosas gestiona racionalmente la utilidad, o sea el bien del mayor número de personas, respetando la libertad y los derechos de todos a disentir y hasta respetando los derechos de las minorías políticas. 
Pero claro, imposibilitados como estamos de hablar del bien, tanto los derechos humanos como el concepto de utilidad son ficciones morales que funcionan para proveernos de un criterio supuestamente objetivo e impersonal. El concepto “derechos” se inventó para consolidar la imagen social de que somos agentes morales autónomos. En cambio el concepto completamente opuesto de “utilidad” expresa la suma de objetos heterogéneos del deseo humano de toda una población. 
O sea, algo imposible de delimitar jamás, pero su uso social es muy rentable... ideológicamente.
Feliz y Dulce Día. 

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