lunes, 26 de febrero de 2018

Lunes 26 de febrero de 2018.



Lunes  26 de febrero de 2018.
“En un mundo superior puede ser de otra manera, pero aquí abajo, vivir es cambiar y ser perfecto es haber cambiado muchas veces”. J.H.N.
Me he sentado en el ordenador esta mañana con la intención de escribir algo sobre lo que empezó siendo una bomba para Oxfam, las orgías de Haití, por parte del responsable de la misión y otros miembros de la ONG, pero he visto que ayer fue el cumpleaños de Tere y he decidido dejarlo para otro día. 
Así que, en esta fría mañana de lunes y cuando en mi balcón hay una temperatura de 10,4 grados y cuando vamos a empezar la novena semana de este 2018, voy a felicitar a Tere; ¡¡FELIZ CUMPLEAÑOS!! 
Estoy pensando que a veces somos un poco injustos con los cumpleaños, pues nunca se felicita a la madre que es quien nos ha traído al mundo y que es la responsable primera de los cumpleaños.  
Y es que el tiempo, nos dicen, es la duración de las cosas sujetas a mudanza, a cambio, a variación. Nada es tan mudable como nuestra vida, como ese breve y caprichoso intervalo que se extiende desde nuestro nacimiento hasta la sepultura. 
Pero no nos desviemos, el cumpleaños es el aniversario del nacimiento de una persona. ¿Cómo resumir una vida? ¿Cuál es el criterio adecuado para hacer el balance de las cosas? Si lo pensamos bien los años son una especie de marcas artificiales; signos que se colocan en el terreno de nuestra existencia. Pasan los años, pero nosotros somos, aún somos, hasta que llegue el momento, en el que ya no seremos. 
Cuando yo era joven pensaba que me quedaba mucho por delante. Hoy me queda menos, mucho menos. Y algunos de mis objetivos marcados, y logrados, son ya anécdotas. Recuerdo la ilusión por correr mi primera maratón, por realizar un viaje soñado, de obtener un pequeño reconocimiento a ese “te quiero”. 
La ilusión, como el deseo, encuentra su medio propicio en el anhelo y la esperanza. Y apenas alcanzados, los objetos de nuestras ilusiones se desvanecen, pierden su cualidad de motores de la acción. Son ya, sólo, memoria. Y es que, no es comparable el disfrute actual de lo deseado con el impulso del deseo. La diferencia que separa a uno y otro es la distancia que media entre la quietud y la movilidad, entre la muerte y la vida, entre lo querido y el querer, con todo su empuje. 
A mi me gusta ver y entender la vida como un deseo que no se aquieta. Como un logro nunca logrado. Como un futuro que siempre es futuro. Como un vivir que siempre es vida.

Feliz y Dulce Día.

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