miércoles, 25 de noviembre de 2020

¿Qué fue primero el huevo o la gallina?

 “Dicen que los viajes ensanchan las ideas, pero para esto hay que tener ideas” (G. K. Chesterton) 

Como ya va siendo habitual, el fin de semana nos vamos de excursión en bicicleta y lo hacemos con una salida en bicicleta más larga de lo normal, siempre alrededor de los cien kilómetros, pero sin sobrepasarlos. El sábado pasado nos fuimos al Castillo de Cullera, tuvimos suerte de tener un día claro, y las vistas desde arriba merecieron no solo la subida si no también el recorrido hasta Cullera.  

A veces me pregunto qué fue primero si mi afición a la bicicleta o mi gusto por los viajes, aunque esto no tiene mucha importancia para determinar lo importante del resultado de las dos aficiones; mi pasión por el cicloturismo.

Siempre he encontrado interesantes esas preguntas que parecen inútiles como tan bien es la de; ¿qué fue primero el huevo o la gallina? Aunque su respuesta no suele ser tan superficial como puede parecer muchas veces. Y no lo es si consideramos que el huevo y la gallina no son una parte de una cadena de repeticiones. Como tampoco lo es si primero me apasiono andar en bicicleta y después descubrí mi pasión por los viajes o al revés. Lo esencial en nuestra forma de pensar debería ser que uno es un medio y el otro es un fin; están en mundos mentales diferentes.

En un sentido elemental el huevo sólo existe para producir una gallina, pero la gallina no sólo existe para producir otro huevo. Puede existir para divertirse, para entablar amistad con otras gallinas, para enamorarse de un gallo. Al ser una vida consciente, es, o puede ser valiosa en sí misma.

Lo que sucede en nuestra sociedad actual ante este tipo de dilemas es que se olvida de que alcanzar una vida feliz y consciente es después de todo el objetivo de todas las preocupaciones y compromisos que tenemos. Ahora, se tiene más interés en las cosas útiles y de instituciones que funcionen; esto es, sólo ve a las gallinas como cosas que ponen más huevos. En lugar de conseguir la gallina ideal.   

 Sé que este enfoque tan primario de ver las cosas, que no es más que apuntar siempre al objetivo, le expone a uno a ser tristemente acusado de no encontrarse en el mundo real. Pasear en bicicleta o viajar como una forma eficiente de pasar el tiempo no es lo mismo que sentirlos como unos instantes felicidad.

Hoy, interesa más a la mayoría de la gente el saber muchas cosas sobre las bicicletas y de los muchos lugares a los que viajar que saber realmente qué beneficio personal nos dan. Es como averiguarlo todo sobre una máquina, salvo para qué sirve. Ha aparecido en nuestro tiempo una curiosa costumbre: aquella según la cual siempre hay que buscar la parte eficiente de las cosas, su lado práctico.

Esto es un error ya que nos olvidamos del placer de conocer las causas de las cosas. Valorar algo por su eficiencia, es inútil porque sólo las valoramos después de qué estas hayan sido llevadas a cabo. No se dispone por lo tanto de unos conocimientos para afrontar los problemas antes de que ocurran y entonces ya no hay elección. Hay que disfrutar de un viaje en bicicleta antes de saber cuando lo comenzare y si lo comenzare.

Un acto sólo puede ser un éxito o un fracaso cuando ha acabado; si no ha empezado, puede ser, de manera abstracta, correcto o incorrecto. No se puede apoyar a un ganador si aún no comenzado la competición. Me explicaré un poco mejor; no es posible luchar en el lado ganador, se lucha para averiguar cuál es el lado ganador. Si estoy obsesionado con vencer, con ser un ganador, lo que en realidad debería a hacer es llegar siempre tarde a la batalla y, entonces ponerme del lado del ganador. Para el hombre de acción no hay sino idealismo. Luchas por un ideal y después ya se verá que pasa.

Este ideal definitivo es un asunto mucho más urgente y práctico en nuestro actual problema con la política o con los políticos, que cualquier plan o propuesta pasajera. Pues el caos actual se debe a una especie de olvido generalizado de aquello que todos los hombres pretendían o deseaban como el objetivo principal de sus vidas. Ningún hombre espera de sus políticos lo que desea, cada hombre pide lo que piensa que se puede conseguir. Y así, pronto la gente olvida lo que quiso en un principio y al final esto se convierte en un extravagante cúmulo de males menores.

Esto que podríamos pensar que es un algún tipo de flexibilidad, impide cualquier tipo de coherencia y por lo tanto impide cualquier tipo de compromiso realmente práctico. No hay forma de saber realmente lo que persigue un político, de ahí que no haya forma de llegar a ningún tipo acuerdo entre las distintas ideologías. Puedo tener una idea de cual pueden ser los principios de una ideología, pero si está, está rodeada continuamente de incertidumbres y de cambios de opinión me va a ser imposible llegar a un acuerdo. Sólo se puede encontrar la distancia media entre dos puntos si los dos puntos permanecen quietos.

Puedo organizar cualquier arreglo entre dos litigantes que no son capaces de conseguir lo que quieren, pero no puedo arreglar nada si ni siquiera me dicen lo que desean.

Por motivos que desconozco nuestros políticos mantienen siempre sus proyectos en la misma confusión y con las mismas dudas que sobre sus actuaciones reales. No hay nada que dificulte tanto un acuerdo entre partidos y que los votantes no tengamos las cosas claras como estar siempre envueltos en una maraña de pequeñas concesiones. Me veo continuamente desconcertado por todas partes por políticos que están a favor de la vida, pero que aprueban el aborto; que desean una vida más digna para las personas, pero creen que es inútil luchar por ello y votan a favor de la eutanasia; o que son partidarios de la libertad y por lo tanto votan en contra.

Es en este estado de confusión y de oportunismo en el que nos encontramos lo que hace que sea imposible conseguir lo que se quiere, sino que es imposible conseguir siquiera una parte de ello, porque nadie puede señalarlo claramente como en un mapa. No hay posibilidad de llegar a ningún acuerdo, ha desaparecido totalmente esa cualidad antigua, clara y a veces contundente costumbre del regateo y lo ha hecho porque nos hemos olvidado de que la palabra “compromiso” contiene, entre otras cosas, la rígida y sonora palabra “promesa”.

Si no se ven claros ni se mantienen fijos los puntos de vista, no hay forma de encontrar un punto medio en el que podemos estar de acuerdo, pues el punto medio es tan fijo como lo es cualquiera de los puntos extremos.

Buenos días.

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