“Dicen que los viajes ensanchan las ideas, pero para esto hay que tener ideas” (G. K. Chesterton)
Siempre he encontrado curiosos
los libros y los artículos en revistas que tratan el tema de cómo conseguir el éxito
en la vida o de cómo triunfar en lo que sea.
Para comenzar no considero que
exista el éxito. Mejor dicho, pienso que todo en esta vida es un éxito y que no
hay prácticamente nada que no lo sea. Creo que decir que algo es un éxito
sencillamente es decir que existe. Lo veo como una aceptación, por ejemplo:
“Esa moda no ha tenido éxito”. Una persona rica es un éxito siendo un rico y un
burro siendo un burro. Cualquier persona viva triunfa en la empresa de seguir
viviendo. Pero a lo que se quieren referir estos artículos y libros es que el
éxito es ganar mucho dinero o triunfar en sociedad.
Los escritores de esos libros pretenden
decirle a un hombre normal cómo puede triunfar en su trabajo o negocio. Si es
un carpintero, cómo triunfar poniendo puertas. Si es un agente de seguros, cómo
triunfar contactandolos. Pretenden decirle cómo, si es un tendero, se
convertirá en el dueño de un yate, si es un mecánico de coches, en un industrial
del automóvil. Al final es una clara proposición mercantil y creo que no dicen
nada sobre el tema en concreto, si soy electricista es casi seguro que no
encontrare nada sobre electricidad o si soy agricultor no dirá nada sobre botánica.
Está muy claro que, en
cualquier trabajo honrado, como pueda ser el de albañil o carpintero, solo hay
dos maneras de triunfar. Una es trabajando muy bien, otra engañando a la gente.
Las dos son demasiado sencillas como para requerir que las expliques en un
libro. Te dediques a lo que te dediques o lo haces muy bien o de alguna forma
aparentas que lo has hecho. Si quieres triunfar jugando al póker, o juegas muy
bien o llevas cartas marcadas. Puedes desear un libro de cómo jugar al póker, puedes
desear un libro sobre la manera de hacer trampas jugando al póker. Lo que no
puedes desear es un libro sobre el éxito. Puede que desees jugar a las cartas,
pero lo que no puedes desear es leer frases inconexas que te dicen que los
juegos los ganan los ganadores.
Por supuesto, todo esto es muy
emocionante. Pero jugando a las cartas, preferiría tener un librito que
explicase las reglas del juego. Más allá de las reglas del juego, es cuestión
de tener talento o de falta de escrúpulos para hacer trampas. Ya me ocuparé yo
de lo uno u otro.
También nos podemos encontrar
con artículos en revistas que nos intentan decir cómo ganar mucho dinero, hay
muchos métodos concretos, honrados y fraudulentos, de amasar una fortuna. El
único instinto que conozco que haga esto, es el instinto que la teología
cristiana llama, con tanta brusquedad, “el pecado de avaricia”. Lo que, por supuesto,
queda al margen de la cuestión que nos ocupa.
La gran mayoría de esos artículos
no enseñan a la gente a triunfar, pero sí a ser arrogantes sin razón. Enseñan
una forma maligna de la vida.
Hace cien años, contábamos con el ideal del aprendiz trabajador. Se decía a los muchachos que si trabajaban mucho y ahorraban llegarían a ser ricos. Era mentira, pero era viril. Contenía al menos algo de verdad moral. En nuestra sociedad, la templanza no ayuda a un hombre pobre a enriquecerse, pero eleva su autoestima. Un trabajo bien hecho no le hará rico, pero le convertirá en un buen trabajador. El aprendiz trabajador ascendía por medio de virtudes que eran estrechas y angostas. Pero eran virtudes.
¿Pero qué se puede hacer ahora con este nuevo pensamiento del trabajador
que asciende, no por medio de sus virtudes, si no dejándose llevar
descaradamente por sus vicios?
Buenos días.
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