miércoles, 11 de noviembre de 2020

Instalarse en la alegría

 “Dicen que los viajes ensanchan las ideas, pero para esto hay que tener ideas” (G. K. Chesterton)

El domingo pasado estrenamos una nueva ruta con la bicicleta, y esto hace que cada vez estemos más cerca de ese día en el que vamos a tener que dejar de disfrutar de nuevos circuitos, las novedades se terminaran y empezaremos a disfrutar de la rutina.

Dos o a lo máximo tres son las excursiones nuevas que, a mí se me ocurren sin pasar de los cien kilómetros, así que dentro de nada tendremos que empezar a repetir rutas.

Pero, el mayor riesgo de la rutina no es que sea repetitiva, sino que se vuelve peligrosa cuando existe monotonía, cuando solo es una monótona repetición de una actividad que parece no tener ningún sentido y que no nos lleva a ninguna parte en concreto. Aunque este es un gran riesgo, el mayor de los riesgos de la rutina es no darnos cuenta de que hemos caído en ella.  

Cuando las excursiones en bicicleta los fines de semana no son una actividad deportiva para mantenernos en forma, sino que son una salida cicloviajera, donde “viajera” no es solo un afijo que hemos añadido al final de la raíz de la palabra bicicleta, sino que sostiene todo el peso de la palabra, la rutina se me antoja más bien un “sigo saliendo en bicicleta porque así me he acostumbrado”.

Este es el reto, el no caer en la rutina cuando vivimos en un mundo que tiende a lo rutinario.   

G.K. Chesterton en uno de sus muchos aforismos nos dice: “La monotonía no tiene nada que ver con el lugar; la monotonía, tanto en la sensación como en el sentimiento, es simplemente una cualidad de la persona. No hay paisajes tristes; hay solamente espectadores tristes”. Y es verdad. Hay personas que necesitan pasar mil veces por el mismo lugar para descubrir su belleza y otros en cambio a primera vista ya son capaces de sentir toda la fuerza del paisaje, tanto si somos de los primeros o de estos últimos nos va a resultar complicado el imaginar cómo no caer en la rutina cuando estamos pasando continuamente por el mismo lugar. La clave pues se encuentra en huir de la tristeza e instalarse en la alegría, de ahí la necesidad de estar alegres, de hacer de la alegría una necesidad.

Después de meditar ayer sobre mantenerse alegre me he dado cuenta de que tal vez lo que me está costando es recuperarme de la tristeza que se apodera de mi ánimo cada vez que miro todo lo que nos está sucediendo con el problema de la pandemia, de todo lo que se nos vino y se nos vendrá encima con el covid-19, y de todos los problemas políticos y económicos que va a sufrir tanta gente. Y, sin duda, será una catástrofe todavía peor si nos mantenemos tristes por mucho tiempo.

Y es que, lo que yo digo, y lo que debería de tener presente de vez en cuando, es que las personas no nacemos felices ni infelices, sino que la vida nos enseña a ser una cosa u otra y, que la clave se encuentra en saber elegir entre buscar la felicidad, estemos como estemos, o aceptar la desgracia. De cualquier modo, la felicidad nunca va a ser completa en este mundo, pero que, aun así, hay motivos más que suficientes de alegría a través de nuestra vida, sin dejarnos llevar por la ilusión de conquistar la felicidad entera. Se que no hay fórmulas mágicas para conseguir la felicidad, pero una clave sería la de descubrir la nuestra, que, por supuesto será distinta de la de los demás, pues no podemos dar aquello que no tenemos.  

Como decía Chesterton: “No hay paisajes tristes; hay solamente espectadores tristes”, me parece a mí que la clave de la alegría sería darme cuenta de que no es que mi vida sea triste y este llena de problemas, sino que lo que es triste y aburrido soy yo que olvido la riqueza que tengo en mi interior y soy incapaz, a veces, de dar con la solución a problemas que podrían tenerla a poco que lo intentara.  

Por eso, me desconcierta la gente que parece vivir para la tristeza y se olvida de buscar el arte de sonreír y de estar alegres. Siempre he sentido envidia de aquellas personas que permanecen alegres y que poseen una sonrisa sana y constante.

 Ya sé, reconozco que existen sonrisas mentirosas, irónicas y despectivas. Pero yo no hablo de éstas, sino de las que se nos ofrecen y nos regalan con facilidad y que están llenas de sinceridad. Y por supuesto las que surgen del alma de las personas que, por tener mucho amor sonríen fácilmente pues se encuentran siempre alegres, porque la sonrisa y la alegría producen paz. Una persona amargada jamás sabrá sonreír y mucho menos un orgulloso.

En fin, voy a mantenerme alegre todo lo que pueda ya que un mundo donde las personas mayores estén tristes y serias sería una tragedia, aunque pensándolo un poco, si fueran los jóvenes los que estuvieran hastiados y aburridos sería una catástrofe.

Buenos Días.

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