“Dicen que los viajes ensanchan las ideas, pero para esto hay que tener ideas” (G. K. Chesterton)
En la actualidad muy poca
gente está de acuerdo en que debe existir un orden de preferencias, una disposición
de acatamiento de unas normas de grado inferior a las de rango superior y, sin
embargo, es inevitable tenerlas para todas las situaciones de la vida: ¿os imagináis
hacer una paella sin seguir un orden de preferencias a la hora de ir añadiendo
los ingredientes? ¿apagar el fuego antes de poner la paella? Pues, salvando las
distancias, creo que nos está pasando un poco.
En muchas ocasiones me parece que
escudándose bajo el fácil discurso de una supuesta libertad, igualdad y diálogo
existe una incapacidad para gobernar, para tomar decisiones, para arriesgarse a
cometer errores. O, en otras palabras, existe una dificultad para llevar a cabo
cada una de las funciones que les son propias. Si cada una de las partes de
nuestro cuerpo funcionase según su propio criterio, si nuestro cerebro se
empeñase en dejar a cada una de las extremidades hicieran lo que quisieran,
seguramente tendríamos a una persona con serias dificultades para llevar a cabo
cualquier actividad.
Nos daríamos cuenta rápidamente
de las dificultades de esa persona y actuaríamos en consecuencia, pero cuando
vemos que a diversos grupos humanos les sucede lo mismo no reaccionamos. Es más,
llegamos a la conclusión y por lo tanto entendemos que nada podemos ni debemos
decir ante semejante ejercicio de libertad y madurez. ¡Hasta nos pasa a nosotros
cuando renunciamos a “gobernarnos” en la vida y dejamos que en cada parte o
decisiones del día a día se rijan principios distintos y, a veces, hasta contradictorios!
Es el desorden o desgobierno el
que, en vez de abrir oportunidades de autonomía y libertad, dan la oportunidad
a que exista un abuso de poder, a que se imponga el que más grite o el que en
ese instante tenga “la sartén por el mango”. Si de algo estamos seguros es que
cuanto más divididos estemos por dentro, ya sea dentro de nosotros mismos, de
una institución o de un Estado, más sencillo es que seamos manipulados, y
vivamos en desgobierno. Si dentro de nosotros dejamos libres, si no controlamos
los placeres es fácil que nos dominen, caeremos en el alcoholismo, las drogas,
la pornografía…
Cuando disfrutamos de un buen
gobierno a cualquier nivel, no hablo solo de política, es muy difícil que se
den o se permitan faltas de respeto, difamaciones, normas contrapuestas… en
definitiva, abusos de poder.
Curioso… Igual por eso el
desgobierno es de lo más contrario a la libertad y a la madura autonomía.
Aunque no lo parezca.
Buenos días.
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