sábado, 14 de noviembre de 2020

Desorganizados.

 “Dicen que los viajes ensanchan las ideas, pero para esto hay que tener ideas” (G. K. Chesterton)

En la actualidad muy poca gente está de acuerdo en que debe existir un orden de preferencias, una disposición de acatamiento de unas normas de grado inferior a las de rango superior y, sin embargo, es inevitable tenerlas para todas las situaciones de la vida: ¿os imagináis hacer una paella sin seguir un orden de preferencias a la hora de ir añadiendo los ingredientes? ¿apagar el fuego antes de poner la paella? Pues, salvando las distancias, creo que nos está pasando un poco.

En muchas ocasiones me parece que escudándose bajo el fácil discurso de una supuesta libertad, igualdad y diálogo existe una incapacidad para gobernar, para tomar decisiones, para arriesgarse a cometer errores. O, en otras palabras, existe una dificultad para llevar a cabo cada una de las funciones que les son propias. Si cada una de las partes de nuestro cuerpo funcionase según su propio criterio, si nuestro cerebro se empeñase en dejar a cada una de las extremidades hicieran lo que quisieran, seguramente tendríamos a una persona con serias dificultades para llevar a cabo cualquier actividad.

Nos daríamos cuenta rápidamente de las dificultades de esa persona y actuaríamos en consecuencia, pero cuando vemos que a diversos grupos humanos les sucede lo mismo no reaccionamos. Es más, llegamos a la conclusión y por lo tanto entendemos que nada podemos ni debemos decir ante semejante ejercicio de libertad y madurez. ¡Hasta nos pasa a nosotros cuando renunciamos a “gobernarnos” en la vida y dejamos que en cada parte o decisiones del día a día se rijan principios distintos y, a veces, hasta contradictorios!

Es el desorden o desgobierno el que, en vez de abrir oportunidades de autonomía y libertad, dan la oportunidad a que exista un abuso de poder, a que se imponga el que más grite o el que en ese instante tenga “la sartén por el mango”. Si de algo estamos seguros es que cuanto más divididos estemos por dentro, ya sea dentro de nosotros mismos, de una institución o de un Estado, más sencillo es que seamos manipulados, y vivamos en desgobierno. Si dentro de nosotros dejamos libres, si no controlamos los placeres es fácil que nos dominen, caeremos en el alcoholismo, las drogas, la pornografía…

Cuando disfrutamos de un buen gobierno a cualquier nivel, no hablo solo de política, es muy difícil que se den o se permitan faltas de respeto, difamaciones, normas contrapuestas… en definitiva, abusos de poder.

Curioso… Igual por eso el desgobierno es de lo más contrario a la libertad y a la madura autonomía. Aunque no lo parezca.

Buenos días.

No hay comentarios: