viernes, 27 de noviembre de 2020

Preocuparse por lo que debería ser.

 “Dicen que los viajes ensanchan las ideas, pero para esto hay que tener ideas” (G. K. Chesterton)

Cuando leo o escucho hacer comentarios sobre los proyectos que se tienen para nuestro futuro, noto a faltar referencias a los acontecimientos del pasado que de alguna manera han marcado nuestro presente, me gustaría que se hiciera para así, al menos dejar constancia de que muchas de las ideas actuales no lo son tanto. Tal vez suceda esto porque hay un rasgo en el pasado que desafía y deprime mucho, que nos conduce hacia un futuro que no podemos ver con claridad.  

 Me refiero a la existencia en el pasado de grandes ideales, que no han sido cumplidos y a veces abandonados. El recuerdo de esos magníficos fracasos causa una profunda tristeza a una generación inquieta y bastante enferma; mantienen una extraña reserva respecto a ellos, llegando a veces a guardar un ligero y escrupuloso silencio. Los mantienen totalmente al margen de sus periódicos y casi totalmente fuera de sus libros de historia. Por ejemplo, muchas veces nos dirán, para alabar los años que vienen, que estamos avanzando hacia una Comunidad Europea. Pero celosamente evitan decirnos que nos estamos alejando de una Europa unida, que semejante cosa existía literalmente en tiempos romanos y sobre todo medievales. No admiten que los odios internacionales son en realidad muy recientes, la simple descomposición del Sacro Imperio Romano.

Es fácil también que nos digan que va a haber una revolución social, una integración de todos en una sociedad igualitaria; pero nunca insistirán en que Francia llevó a cabo aquel magnífico intento sin ayuda de nadie y que nosotros y el resto del mundo permitimos que fracasara y se olvidara. Lo que quiero expresar es que nada está tan claro en la política actual como el deseo de utilizar semejantes ideales para el futuro, eso sí, unido al hecho de haberlos ignorado en el pasado. Podemos comprobarlo por nosotros mismos. Leamos cualquier propuesta o artículo en algún medio de comunicación que proponga o llame a la paz en Europa y véase cuántos alaban a los antiguos papas o emperadores por haber mantenido la paz en Europa. Busquen y lean cualquier alabanza de la socialdemocracia, y vean cuántos de ellos alaban a los viejos jacobinos que crearon la democracia y murieron por ella.

Esos tiempos grandiosos de la historia son para el progresista moderno sólo enormes monstruosidades. Él mira hacia atrás, hacia su historia pasada, y ve una perspectiva de magníficos pero inacabados proyectos.  Están inacabados, no siempre por animadversión o accidente, sino a menudo por inconstancia, fatiga mental y ardiente deseo de poner en práctica filosofías exóticas. Y es que, hemos dejado sin realizar muchas cosas que deberíamos de haber hecho, incluso hemos dejado sin hacer lo que queríamos hacer.

Se dice que el hombre de hoy es el heredero de la suma de todas las épocas y que ha sacado lo bueno de los continuos experimentos humanos. No lo tengo muy claro cuando me miro en un espejo. ¿Es verdad que ustedes y yo somos el maravilloso resultado de las experiencias más eminentes del pasado?

Las propuestas de nuestro moderno idealismo progresista son tacañas porque han sufrido un insistente proceso de eliminación. Excluyen todo lo pasado. Deben pedir cosas nuevas porque no se permiten pedir cosas antiguas. Esta postura tan progre se basa, supongo, en la idea de que hemos conseguido todo lo bueno que se podía conseguir de las ideas del pasado. Y no es cierto. No hemos sacado de ellas todo lo que de bueno contienen, y quizás, en este momento, no estemos sacando nada.

Por eso, ahora tenemos la necesidad de una mayor libertad, tanto para restaurar muchas de esas ideas como para revolucionar las actuales. Ya que un auténtico librepensador es aquel cuya inteligencia está tan liberada del futuro como del pasado. No se preocupa de lo que será ni tampoco de lo que ha sido; se preocupa sólo por lo que debería ser.

Y pensándolo un poco, debo hacer un poco más de hincapié en esta libertad indeterminada. Si algo no esta funcionando bien en nuestros días es esa obscura y silenciosa resignación según la cual esos ideales y proyectos del pasado son imposibles en el presente. Se dice mucho que no se puede volver atrás, que no hay posibilidad de que el reloj marche hacia atrás, pero sí que es posible. Un reloj al igual que nuestra sociedad es una construcción del hombre y puede volver a ponerse mediante un simple dedo humano en cualquier hora y, la sociedad puede volver a recomponerse según cualquier plan que haya existido con anterioridad.

También se dice que depende de como hayas hecho tu cama, así tendrás que acostarte en ella, lo que vuelve a ser otra mentira. Si me he hecho mal mi cama, puedo volver a hacerla. Podemos restaurar cualquier proyecto o volver a vivir sin electricidad si nos parece. Puede que tardemos algún tiempo en acostumbrarnos, y puede también, que no sea bueno ni nada aconsejable; pero sin duda no es imposible, aunque sea imposible volver al domingo pasado.

Como he dicho, reclamo esta libertad: la libertad de restaurar. Pido el derecho a proponer como solución cualquier viejo sistema si con ello pudiera eliminar algunos males. Pido el derecho a proponer y a utilizar todas las ideas y proyectos que hayan existido, y no admitiré que ninguna de ellas se me prohíba única y simplemente porque ya haya sido usada.

Buenos días.

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