jueves, 19 de noviembre de 2020

¿Qué está bien?

 “Dicen que los viajes ensanchan las ideas, pero para esto hay que tener ideas” (G. K. Chesterton) 

Espero no ser el único que tiene la sensación de que estamos dentro de un enorme disparate, hemos perdido la razón.

Tengo la extraña sensación de que tenemos una clase política que ante los problemas públicos se empeña en imponer unos remedios que para muchas otras personas serían verdaderos problemas; ofrecen como soluciones unas condiciones para la sociedad que otros llamarían de buena gana como una grave enfermedad.

No se está consiguiendo una sociedad “sana” lo que se está haciendo es sustituir una enfermedad por otra. Ninguno de nosotros cuando vamos al médico por un dolor de cabeza le decimos que nos lo cambie por un dolor de muelas, lo que deseamos es que nos quite el dolor.

Este es el triste hecho que estamos viendo en el dominante discurso político: que la discusión no se centra sólo en las dificultades por las que estamos pasando, sino al objetivo que debemos alcanzar. Es relativamente sencillo establecer donde tenemos los problemas, es por lo que debería estar bien por lo que deberíamos de dialogar hasta el agotamiento.  

Todos admitiremos que una policía perezosa es una mala cosa. De modo alguno admitiremos todos que una policía demasiado activa sea algo bueno. A todos nos pone furiosos tener un sistema educativo que no enseñe; pero a algunos les indignaría que enseñara algunas cosas. No estamos en desacuerdo sobre la naturaleza de la gran mayoría de nuestros problemas, pero estamos en desacuerdo en cual la solución. Todos estamos de acuerdo en que España no tiene buena salud, pero la mitad de nosotros tampoco la vería sana si disfrutara de lo que la otra mitad llamaría “salud floreciente”.  

Los abusos públicos son tan evidentes y pestilentes que arrastran a toda la gente generosa hacia una especie de conformidad artificial. Olvidamos que, mientras estamos de acuerdo sobre los abusos, podemos diferir mucho en los usos.

Por eso, soy de la opinión de que este sistema de ver el primero el problema, de analizar y desmenuzar un problema como por ejemplo el de la pobreza extrema o el de la prostitución y después buscar cada uno una solución es bastante inútil. A todos nos disgusta la pobreza, pero si empezásemos a discutir sobre el nivel de la pobreza y de la dignidad del hombre pobre, aparecerían las diferencias. Todos desaprobamos la prostitución, pero no todos aprobamos la pureza.

El único, según mi opinión, modo de hablar sobre el mal social es llegar de inmediato al ideal social. Todos nos estamos dando cuenta de toda esta locura nacional que nos rodea, pero ¿cuál es la cordura nacional?

Lo tenemos que hacer es preguntarnos ¿qué está bien?, y no lo estamos haciendo.

Buenos días.    

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