“Dicen que los viajes ensanchan las ideas, pero para esto hay que tener ideas” (G. K. Chesterton)
Sin dudar la vida es muy
entretenida y por lo tanto también interesante al vivirla desde mi fe como
católico. Pues sé que ningún partido representa plenamente la visión de la
Iglesia acerca de la persona y de la sociedad humana. Vivir, como cristiano, en
nuestra sociedad tan secularizada, implica el quedar siempre insatisfecho ante
las limitaciones de nuestra clase política y, esto le da “un no sé qué” muy animado a la vida.
Sabemos los católicos que
somos como exiliados y peregrinos en la tierra, pues aquí no tenemos un lugar
permanente, sino que anhelamos el paraíso perdido. Esto que es cierto, nunca podemos
olvidarlo.
Para muchas otras personas, la
política actual se está convirtiendo en un sustituto de la fe religiosa y buscan
ahí todas las respuestas a las preguntas más trascendentales. Pero no es así en
los cristianos.
Lo cierto es que estamos aquí,
sólo por un tiempo, y cuando ese tiempo pase seremos juzgados por el amor y el
bien que hayamos repartido. Todo esto no quiere decir que tenga que abandonar o
apartarme de este mundo o que tenga que evitar participar en el funcionamiento
de nuestra sociedad.
Al seguir a Cristo e intentar
vivir de acuerdo con sus mandamientos y enseñanzas provoca que mi comportamiento
tenga unas profundas implicaciones políticas y sociales.
Veamos, esto quiere decir que
me voy a guiar por un deseo sincero de buscar que el prójimo sea tratado como yo
quiero que me traten, es decir, con dignidad y respeto. Esta fe es
profundamente personal. Pero no quiere decir que se trate de una cuestión únicamente
relacionada con mis creencias y comportamientos privados. Como cristiano estoy llamado
a llevar el amor al prójimo, a nuestro prójimo. Creo que cada vida humana es
preciosa y que nos pertenecemos unos a otros, que hemos de vivir juntos como
una única familia humana. Así como que toda vida humana es sagrada.
Y este es un punto interesante
“es sagrada”, no es necesario ser católico para defender la vida, esto es
cierto, o lo es hasta un punto. Me explico, hay personas de bien cuya razón les
dice que matar a un niño no nacido es una atrocidad, y no son católicas o ni
siquiera son creyentes. Hasta aquí nada que objetar. Pero tengo la necesidad de
matizar alguna cosa.
Para empezar, la sacralidad de
la vida humana no es una cuestión secular. En todas las sociedades y culturas anteriores
a Jesucristo y después de Él, el ser del género humano no significaba
automáticamente que se fuera persona ni que se tuviera derecho a la vida y en
las culturas y religiones de raíz no judeocristiana tampoco. Jesucristo nos
trajo la increíble novedad de que toda vida humana es sagrada, sin importar
sexo, ni edad, ni condición ninguna. Lamentablemente en el siglo XXI la
descristianizada sociedad occidental también pone en duda que toda vida sea
importante y el aborto y la eutanasia son claras evidencias, eso sin hablar de
las terribles ideologías ateas.
Podemos discutir teóricamente sin
parar que sin Dios no hay fundamento para la moral, pero la realidad nos
demuestra lo contrario. Sin Dios el valor de la vida humana se diluye y se
implanta la ley del más fuerte. Sin saber quien
es la fuente de la Vida.
Estas son afirmaciones
religiosas. Pero si aceptamos y creemos en estas afirmaciones, ellas cambiarán
la manera en la que vivimos y en la que pensamos acerca de qué es lo que
constituye una sociedad buena.
Porque si lo pensamos, solo un
poco, nos daremos cuenta de que los gobiernos y las economías, las sociedades y
las culturas deberían tener tan solo un propósito: el de promover la dignidad y
el respeto de la persona humana.
Por eso creo que el fundamento
de la justicia en nuestra sociedad empieza en la protección y promoción de toda
la vida humana, desde la concepción hasta la muerte natural.
Por eso considero imprescindibles
el matrimonio y la familia, porque estas instituciones naturales son la “cuna”
de la que procede la vida y el fundamento de toda comunidad humana.
Considero también que el
gobierno debe proteger la libertad de religión y de conciencia como la primera
libertad. La gente debe ser libre de creer y de ordenar su vida de acuerdo con
sus creencias.
Como católico, debo trabajar
por una sociedad en la que la persona humana sea amada y protegida, en especial
las vidas más débiles y vulnerables, he de buscar una sociedad en la que todos
los hombres y mujeres sean tratados con igualdad, libertad y justicia para
todos.
De ahí, que deba participar en
los grandes debates que enfrenta nuestra sociedad en cuanto al aborto, a la
eutanasia, al medio ambiente, al género y la familia; al racismo, a la justicia
penal, a la inmigración y a la libertad religiosa.
Estos no son solamente
“problemas” políticos. Son problemas morales y religiosos, que van al meollo
del asunto: ¿Por qué y para que vivimos?
En fin, lo tenemos complicado
los católicos, esta es la triste verdad. Pero recuerdo que en la Biblia David
venció a Goliat, pero eso sí, lo venció porque Dios estaba de su parte.
Humanamente no tenemos posibilidad ninguna, hay que convencerse, solo Dios
puede.
Espero al menos vivir en una
sociedad en la cual se defiende la santidad de toda vida humana y se garantice
la libertad de conciencia y de religión.
Buenos días.
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