“Dicen que los viajes ensanchan las ideas, pero para esto
hay que tener ideas” (G. K. Chesterton).
En uno de los artículos que publicó G.K. Chesterton para
el Daily News a principios del siglo XX podemos leer una frase que me viene
perfecta para apoyar mi cambio de rumbo para este verano, nos dice: “El
amplio objeto de un viaje no es poner el pie en tierra extraña; es poner el
pie, al fin, en nuestro propio país como en una tierra extraña”.
Y esto es lo que voy a hacer, este verano voy a recorrer
España, y aplazo la “subida” al Nordkapp para el año que viene. Bajo mi punto
de vista, este año no se puede ir al Nordkapp con la tranquilidad necesaria para
disfrutar de la bicicleta, así que en el momento en que se pueda recorrer
España nos pondremos en marcha.
Y es que, no puedo evitarlo, vuelvo otra vez a Chesterton,
en su biografía escribe cuando recuerda su viaje por España: “Oh sí, vi el
Escorial. Sí, gracias, visite Toledo. Todo glorioso, pero lo más glorioso de
todo fue una campesina que servía litros y litros de vino, y charlaba sin parar”.
Este verano intentaremos descubrir España o tal vez mejor re-descubriremos España, deseando mirarla y sentirla como una “tierra
extraña”, procurando darle el valor que le corresponde, observándola como
él descubridor que ve por primera vez un nuevo territorio.
Muchos de nosotros hemos perdido la magnitud real de
España, no la comprendemos bien pues solamente tenemos en cuenta la realidad política
actual. Somos uno de los países mayores de Europa, con una población
ligeramente inferior a lo que nos correspondería; a ello, y a su historia
reciente, se debe que nuestra magnitud nos parezca rebajada si nos quedamos con
esta mirada superficial. Pero esta impresión se corrige si se tiene en cuenta
la historia, lo que se podría llamar la "profundidad" de España.
Tal vez por cierto delirio verbal de décadas pasadas,
como reacción a ella, se está deslizando en muchas personas, y muy en especial
en los medios de comunicación, la idea de España como un país
"pequeño". Nunca lo ha sido, en ningún sentido, empezando por su
tamaño territorial. Antes de que hubiese España, la Hispania romana era de una extensión
considerable; después de la fragmentación del Imperio Romano por las
invasiones, la España visigoda era, con Bizancio, el país mayor; y desde que
hay naciones, a fines del siglo XV, España, con Francia, es la mayor de Europa,
aparte de la tan problemática Rusia. A escala europea, España es un país
"grande".
Y sobre todo me gusta subrayar la importancia de la
lengua, cualquier persona medianamente cultivada puede leer en su versión
original el Poema del Cid, sin olvidarnos por su importancia del “Libro de Buen
Amor” y cómo no a Jorge Manrique en sus “Coplas”, por poner solo tres ejemplos.
Y esto es posible por su madurez pues su base fue fijada hace muchos siglos. Comparemos
esta situación con la de las demás lenguas de Europa, y veremos que salvo posiblemente
el italiano estamos en mejor situación.
Ya sé que ahora se prefiere en ciertos sectores de
nuestra sociedad la idea de que España es un país "anormal",
conflictivo, irracional, enigmático, un conglomerado de elementos múltiples y
que no se entienden bien.
Bajo mi punto de vista, no es así, es coherente, más
razonable que otros países, en suma, claro y transparente si se le mira desde su
origen, desde sus proyectos y su argumento histórico. Como ahora gusta decir lo
contrario, hay una exagerada resistencia a mirar la realidad y tomarla en
serio. No se quiere admitir ni entender lo que ha sucedido en los siglos
pasados, no se quiere hacer ni siquiera el esfuerzo de comprender un proceso
histórico excepcionalmente coherente si se lo mira con la razón histórica y no
con la razón abstracta; es mucho pedir que se mire la historia con mirada
histórica, humana.
Se repiten monótonamente todos los tópicos acumulados
sobre España durante varios siglos. Casi nadie se atreve a considerar la
realidad y la interpretación fundada en su examen. El reconocer que las cosas
no son como se dice parece a muchos una "infidelidad". Habría que
preguntar a qué. La idea de que España pueda ser "normal", una realidad
colectiva humana y por tanto inteligible parece una "herejía".
Se trata de no quedarse en las apariencias, menos aún en
lo que "se dice" -falso en una gran parte-, de intentar ver o
adivinar cómo es España, cómo sigue siendo a pesar de tantas variaciones,
cuáles son éstas y qué grado de realidad tienen.
Para ello es necesario escuchar las voces que, lejos de
gritar, apenas murmuran o ni siquiera se expresan: los latidos de esa extraña y
prodigiosa realidad que es una nación milenaria. Hay que preguntarse cómo se
sienten los españoles, qué les importa de verdad, qué admiran, qué les duele,
que los ofende, en qué tienen puesta -acaso sin saberlo- su esperanza.
A mí modo de ver una de las misiones más nobles y
delicadas de la política es descubrir a los ciudadanos lo que son de verdad. He
empleado dos adjetivos que rara vez se aplican a la política: noble y delicado.
Ciertamente no lo es con demasiada frecuencia; pero debe serlo, tiene que serlo
si tiene verdadera vocación política. Para ello hace falta, ante todo,
claridad, respeto ilimitado a la realidad, y en particular a las personas que
componen una sociedad. El que miente se descalifica de raíz, debería quedar
automáticamente excluido.
Pero esto quiere decir que hace falta considerable valor.
No basta, aunque es esencial, ver las cosas; hay que atreverse a decirlas,
aunque "no traiga cuenta", aunque se juzgue que es peligroso. A la
larga, es lo único que trae cuenta, si se hacen bien las cuentas, lo que es
siempre exigible.
¿Sabemos cómo son de verdad y en el fondo los españoles
que vamos a vivir en las próximas décadas? Se dirá que, de muchas maneras, y yo
añadiré: gracias a Dios. Pero hay ciertos rasgos de personalidad que estiman y
desean, aunque están desprestigiados por los que carecen de ellos y fingen
despreciarlos; hay formas de vida en las cuales están instalados y a las que
recurren cuando toman la vida en serio; se sienten pertenecientes a una nación
que está de moda desdeñar o negar, pero sin la cual se sentirían menesterosos,
huérfanos, increíblemente "venidos a menos".
Examinar España quiere decir sobre todo adivinar adónde
quiere ir, qué espera, qué puede ilusionarla. Si este verano lo descubrimos un
poco habremos adivinado el secreto más importante y mejor guardado: el de las
esperanzas.
Si queremos lanzar una ojeada a lo que nos espera en el
siglo XXI, tenemos que absorber hasta las últimas consecuencias lo que ha sido el
XX; y como este lleva dentro todos los anteriores, por lo menos de un milenio, esto
muestra que la tarea no es fácil. Pero no hay elección: o tomamos posesión
adecuada y veraz de nuestra historia o entraremos a ciegas en nuestro futuro
como nación, convertido en una embaucadora alucinación.
Eso sí, sin perder de vista la esencial inseguridad de
todo, porque el hombre es irremediablemente libre, obligado a proyectar quién
pretende ser y capaz de ser fiel o infiel a ese proyecto, es decir, a sí mismo.
Buenos Días.
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