jueves, 11 de junio de 2020

Conocer la verdad.

“Dicen que los viajes ensanchan las ideas, pero para esto hay que tener ideas” (G. K. Chesterton)  


Cada día es más interesante leer las noticias pues nos vamos dando cuenta hacia dónde se dirige el mundo, o al menos hacia donde quieren que se dirija.
Ayer leí que la plataforma HBO ha retirado la película “Lo que el viento se llevó” por “racista”, también como ayuntamientos laboristas de Gran Bretaña anunciaron que retirarán las estatuas de personajes esclavistas. Titulares como estos en los que hombres del siglo XXI piden perdón por lo que hicieron sus antepasados, o personajes públicos aprovechan los micrófonos para jurar fidelidad a la última consigna progre, están cada vez más presentes y no suelen tener como protagonistas a instancias políticas, sino muchas veces a empresas o personajes famosos. Unos y otros disputan vergonzosamente para demostrar su lealtad al discurso cursi hegemónico.
Me parece a mí que en muchas ocasiones se tiende a no decir la verdad o a esconderla, la verdad histórica, en política, y en cualquier materia, es algo mucho más importante que lo que pueda percibir ese colectivo difuso que llamamos opinión pública. No cabe duda de que unos ciudadanos percibirán una cosa y otros, otra diferente y quizás contraria, y como nada puede ser al mismo tiempo varias cosas, está claro que la simple opinión de la gente no nos proporciona ninguna certeza.
Y es este un tema al que deberíamos dedicar algunos momentos pues es posible que haya quien opine que será verdad lo que perciba como tal la mayoría. La democracia es un procedimiento útil para conseguir acuerdos en los que, si no se obtiene la unanimidad, decida la mayoría. Veamos; las encuestas sociológicas pueden arrojar datos, más o menos fiables, de lo que piensan las personas, pero estos datos podrán ser valorados de forma diferente por la gente. A nadie se le ha ocurrido, hasta ahora, sustituir las elecciones por los sondeos.
Por tanto lo que perciba la gente como verdad será algo cambiante, plural y variable y casi siempre inducido por los poderosos medios de comunicación que nos ofrecen opiniones partidarias, en lugar de informaciones objetivas. Los políticos siempre tratan de que parezca verdad lo que ellos dicen y habrá gente que los crea y habrá gente que no los crea. La gente es un conjunto enormemente maleable por la propaganda. Aquello de que una mentira repetida miles de veces se convierte en verdad es el punto de partida de todos los especialistas en agitación y propaganda que han ido perfeccionando sus métodos con notable éxito a lo largo del tiempo.
El problema es que cuando algo es creído como verdad, ya es verdad en sus consecuencias. Los ejemplos están a la vista. La historia que cuentan los nacionalistas es falsa, pero creída como verdadera, impulsa el nacionalismo. Es falso que lo que decida el Parlamento por mayoría hay que aceptarlo como bueno, verdadero y obligatorio, pero como muchos políticos y mucha gente lo estima cierto, se utiliza para reescribir la historia, hacer lo blanco negro, llamar matrimonio a lo que no lo es, adoctrinar a la juventud, decidir sobre la vida de los que van a nacer o los que van a morir, etc.
Se nos ha dicha muchas veces que la verdad nos hará libres, pero conocer la verdad exige algo que no está de moda: esfuerzo y honestidad. Si nos perdemos dentro de esa masa llamada gente, podemos ser manipulados y dirigidos, podemos aceptar como bueno lo que diga la mayoría, o lo que digan los que mandan. Pero en nuestra concreta e inviolable individualidad estamos obligados a utilizar nuestra razón y nuestra conciencia para decidir con libertad.

Buenos Días. 

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