miércoles, 3 de junio de 2020

Fidelidad moral.


“Dicen que los viajes ensanchan las ideas, pero para esto hay que tener ideas” (G. K. Chesterton).


Durante los días en que está durando el confinamiento algunas veces me he preguntado: ¿cómo permanecer fiel a familia, a los amigos, a los vecinos, a las personas con las que me reunía todos los días? ¿Qué se supone que es guardarles fidelidad? Antes del covid-19 con unas visitas ocasionales, con unos correos electrónicos, un whatsapp para recordar el cumpleaños y el santo, con asistir a las celebraciones, a algún almuerzo y a alguna boda consideraba que ya cumplía con el compromiso.
Durante estos meses he estado pensando un poco sobre el tema y, obviamente, hacer estas cosas es bueno, aunque he llegado a la conclusión de que algo más se puede hacer, a saber, una fidelidad que no sea solo accidental como los correos electrónicos, textos, llamadas y visitas ocasionales. ¿Qué puede haber más profundo que el palpable contacto humano? ¿Qué puede haber más real que eso? La respuesta la encuentro en la fidelidad, la fidelidad como el regalo de compartir el don de la confianza y la fidelidad de permanecer auténtico e igual al que era cuando estaba en contacto con aquella gente que ya no es parte de mi vida diaria. Eso me atrevería a decir que es lo que significa ser fiel.
Al fin y al cabo, la fidelidad no consiste solo en la frecuencia con que conectamos físicamente con alguien, sino en vivir en un espíritu compartido. La infidelidad no es cuestión de separación por la distancia, de olvidar un aniversario o un cumpleaños, o de no ser capaz de permanecer en contacto con alguien a quien aprecias. La infidelidad es apartarse de la verdad y la virtud que una vez compartiste con esa persona a la que aprecias. La infidelidad es un cambio de alma. Somos infieles a la familia y los amigos cuando nos volvemos una persona diferente moralmente como para no compartir ya un espíritu común con ellos.
Diría que puedo estar viviendo en la misma casa con una persona, compartir diariamente la comida y la conversación, y no ser una parte fiel de la familia o del amigo; al igual que puedo ser un amigo fiel y una parte de la familia y no ver a ese amigo o a la familia en veinte años. Ser fiel en recordar los cumpleaños es admirable, pero la fidelidad consiste más en recordar quién era cuando ese acontecimiento fue tan especial para nosotros. La fidelidad consiste en mantener la afinidad moral.
Durante esta cuarentena he intentado permanecer en contacto con la familia, los amigos, los corredores y con los conocidos, pero cómo resulta que soy muy despistado y seguro que habré fallado olvidándome de alguno, he intentado poner toda mi confianza en la fidelidad moral.
De la mejor forma que he podido, he tratado de comprometerme a guardar el mismo espíritu que tenía antes del confinamiento, el que me caracterizó y definió cuando estábamos haciendo una vida normal.  
Buenos Días.

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