“Dicen que los viajes ensanchan las ideas, pero para esto hay que tener ideas”. (G. K. Chesterton)
¡¡¡Buenos días!!!
Han pasado varios meses desde que
escribí algunas palabras sobre viajar, sobre todo en bicicleta y, va siendo
hora de volver a pedalear para ir preparando los viajes que podamos hacer esta
primavera y sobre todo en verano.
Por mucho que lo preparemos un
ciclo-viaje siempre estará envuelto en el misterio. Entre las circunstancias
que hay en cada viaje y aquellas cosas que no dependen de nosotros siempre hay
un algo desconocido que hace que el viaje y que el mundo que lo rodea tenga su
propio encanto.
Todos los viajes van a ser así. Viajamos
en un espacio que ya ha sido dispuesto por otros, y a nosotros nos toca
descubrirlo. Lo averiguamos en nuestra primera excursión, y el asombro ante el
encanto de lo real nos maravilló, disfrutamos más que cuando lo imaginábamos,
era real. Cada uno de nosotros tiene ante un recorrido un viaje propio que le
toca descubrir. Esos caminos, esas carreteras, los senderos, todos esos
kilómetros que combinamos para formar nuestros itinerarios, están dispuestos
para todos los ciclo-viajeros, pero de tal manera que hasta habría valido la
pena crearlos para que tan solo un ciclista los recorriera.
El encanto que trae el misterio de nuestro
viaje, del viaje personal, es algo que el ciclo-viajero siempre está buscando
porque su viaje, además de suceder en un lugar ya establecido, también discurre
en un tiempo limitado en el que se enfrenta a sufrimientos, a situaciones
abiertas a lo que no esperábamos, y en ese tiempo, en esas circunstancias el
ciclo-viajero tiene la tarea de realizar su propio viaje.
La actitud de descubridor que aprendimos
en nuestro, ya lejano, primer viaje, puede ir menguando con los años y corremos
el peligro de dejarlo un poco de lado. Si lo propio de esta actitud consiste en
estar abierto a conocer lo insospechado, estar dispuesto a la aventura, con el
tiempo el ciclo-viajero puede abocarse hacia todo aquello que domine, que le de
confort y seguridad.
La confianza que teníamos en el misterio
de cada viaje, que estaba por descubrir, corre el peligro de ser reemplazado
por la confianza en la razón. El ciclo-viajero moderno parece que ya no quiere
pensar en lo que escapa de sus manos, ya no se abandona ante su insignificancia.
Pero cuando todo depende de nosotros se escapan de nuestro radar aquellas situaciones
que superan nuestra razón y, qué al mismo tiempo, encantan nuestra vida.
Lo que tenemos que hacer es salir de
nuestra comodidad, desafiar nuestra razón y nuestro afán de seguridad y
comenzar a confiar en que encontraremos al què me ayude a descubrir lo que le
da encanto al mundo y a mi propia vida.
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