“-No puedo ver los corazones de estos hombres -respondió ella- pero puedo ver los huecos donde debieran estar sus corazones”. G. K. Chesterton)
¡¡¡Buenos días!!!
Recuerdo cuando era joven ir a comprar a
la tienda de la esquina, hace años, pero no tantos. Recuerdo ver cómo los
clientes tenían una relación cordial con el dueño y como se mantenían
verdaderas tertulias sobre cualquier asunto. Ir a la tienda o ir al mercado
siempre ha sido una excusa para relacionarse con los demás y obtener y dar
información.
Pensándolo ahora lo veo como un
intercambio más que como una relación mercantil, lo veo como una actividad en
la que ambos salían ganando. Existía una confianza mutua que hacía que no
viésemos al tendero como un competidor o un oponente, sino como alguien con el
que colaborábamos para conseguir ambos vivir adecuadamente.
Todo esto prácticamente ha desaparecido,
ahora no existe ese encuentro personal, nos relacionamos con la cajera o el
cajero y según estoy viendo ya están también desapareciendo en algunas tiendas,
sustituidos por un escáner y un tarjetero. Ahora para obtener información sobre
un producto que queremos comprar ya no tenemos que preguntar al dueño o al
empleado, nos basta con mirar la información que encontramos en el producto o
en la estantería del supermercado.
Son dos formas completamente diferentes,
es más yo diría que dos formas contrarias. Si el dirigirnos al tendero nos
lleva a relacionarnos con las personas. El utilizar una máquina nos lleva una
acción despersonalizada en la que no hay encuentro, nos lleva a reducir mucho
el contacto personal y nuestras relaciones con las demás personas es una parte
esencial de nuestra existencia.
Las personas vamos formando nuestra
personalidad al relacionarnos con otras personas, al mirarlas, quererlas,
escucharlas y hablar con ellas. Si no tuviésemos esas relaciones personales,
nuestra personalidad no se desarrollaría.
El mismo sentido de la realidad, de lo que en verdad sucede a nuestro alrededor, de los mecanismos de nuestro pensamiento y, en fin, todo aquello que nos hace actuar como personas sólo se puede ir desarrollando adecuadamente en un ambiente de relaciones personales.
Parece
lógico, pues, que, ya que nuestra persona sólo se desarrolla y crece en un
ambiente de relaciones personales, el reducir drásticamente una de ellas tiene
que afectarnos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario