viernes, 23 de febrero de 2024

¡Buenos días! Contacto personal.

     “-No puedo ver los corazones de estos hombres -respondió ella- pero puedo ver los huecos donde debieran estar sus corazones”. G. K. Chesterton)

¡¡¡Buenos días!!! 

Recuerdo cuando era joven ir a comprar a la tienda de la esquina, hace años, pero no tantos. Recuerdo ver cómo los clientes tenían una relación cordial con el dueño y como se mantenían verdaderas tertulias sobre cualquier asunto. Ir a la tienda o ir al mercado siempre ha sido una excusa para relacionarse con los demás y obtener y dar información.

Pensándolo ahora lo veo como un intercambio más que como una relación mercantil, lo veo como una actividad en la que ambos salían ganando. Existía una confianza mutua que hacía que no viésemos al tendero como un competidor o un oponente, sino como alguien con el que colaborábamos para conseguir ambos vivir adecuadamente.

Todo esto prácticamente ha desaparecido, ahora no existe ese encuentro personal, nos relacionamos con la cajera o el cajero y según estoy viendo ya están también desapareciendo en algunas tiendas, sustituidos por un escáner y un tarjetero. Ahora para obtener información sobre un producto que queremos comprar ya no tenemos que preguntar al dueño o al empleado, nos basta con mirar la información que encontramos en el producto o en la estantería del supermercado.

Son dos formas completamente diferentes, es más yo diría que dos formas contrarias. Si el dirigirnos al tendero nos lleva a relacionarnos con las personas. El utilizar una máquina nos lleva una acción despersonalizada en la que no hay encuentro, nos lleva a reducir mucho el contacto personal y nuestras relaciones con las demás personas es una parte esencial de nuestra existencia.  

Las personas vamos formando nuestra personalidad al relacionarnos con otras personas, al mirarlas, quererlas, escucharlas y hablar con ellas. Si no tuviésemos esas relaciones personales, nuestra personalidad no se desarrollaría.

El mismo sentido de la realidad, de lo que en verdad sucede a nuestro alrededor, de los mecanismos de nuestro pensamiento y, en fin, todo aquello que nos hace actuar como personas sólo se puede ir desarrollando adecuadamente en un ambiente de relaciones personales. 

Parece lógico, pues, que, ya que nuestra persona sólo se desarrolla y crece en un ambiente de relaciones personales, el reducir drásticamente una de ellas tiene que afectarnos.

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