lunes, 12 de febrero de 2024

¡Buenos días! ¿Qué pinto ahí fuera?

     “No discutamos si es mejor ir hacia adelante o hacia atrás, sino discutamos cuál es el mejor sitio al que debemos ir. No discutamos si es mejor permanecer donde estamos sino si realmente hemos encontrado el mejor lugar para permanecer en él”. G. K. Chesterton)

¡¡¡Buenos días!!!

Las primeras horas del día suelen ser generadoras de preguntas si consigues relajarte antes de ver todo lo que tienes que hacer. Si puedes sentarte tranquilamente con un café en la mano sin ninguna pantalla delante y puedes mirar por una ventana como va apareciendo el día, puedes, si te escuchas, hacerte muchas preguntas que por lo general son bastante difíciles de responder en ese momento.

Una que aparece bastantes veces es la de ¿qué pinto ahí fuera? ¿soy uno más? Se trata de esa sensación de no importar mucho, de ser del montón y de pensar de que si desapareciera el mundo seguiría funcionando con normalidad.

Creo que es una situación normal si aparece de vez en cuando y de la que no hay que preocuparse salvo que vivas tu vida son esa continua sensación. Si no nos quitamos esa sensación de encima estamos cometiendo un error al entender el sentido de nuestra vida, habremos perdido la alegría de sabernos pensados. Si pensamos que tenemos que estudiar porque así nos lo dice la sociedad o que trabajamos sólo porque necesitamos ganar dinero para vivir, es que no hemos comprendido nada.

No hemos comprendido que la persona no se reproduce, sino que se procrea y, esto es importante para seguir con el tema. Cada uno de nosotros nos tendríamos que recordar cada día cual es la gran diferencia que hay entre reproducir y procrear, nosotros no nos reproducimos, sino que nos procreamos.

Si lo pensamos un poco veremos que cuando hablo de “procreación” no hablo de una simple reproducción. Es otra cosa, existe tanta diferencia que son dos palabras distintas y con distinto significado. Y tiene un porqué.

Veamos, al reproducir lo que estoy haciendo es realizar una copia de algo, duplicarlo, producir algo igual que lo que ya estaba. Con las personas, la situación es muy distinta: yo no soy una copia de mi madre o de mi padre, aunque, claro está, tengo mucho en común con ellos. Mi cuerpo es una unión del material genético de mis padres; pero mi espíritu, mi personalidad, mi modo de ser, es peculiar, es único. Por eso el ser humano procrea, no se reproduce.

Si entendemos esto, si vemos desde esta perspectiva lo que significa estar vivos nos daremos cuenta de la grandeza de cada persona. Llegaremos a conclusión que no somos una posesión de nadie. Ni siquiera somos un bien de nuestros padres, sino más bien lo contrario, somos un bien para ellos pues somos un regalo que les han hecho.

Por lo tanto, si nuestro ser es único solo puede ser libre, fuimos creados libres pues es la única manera de ser un regalo. Lo nuevo, y cada persona lo es, siempre aparece como un milagro. No sabemos como vamos a ir evolucionando en nuestra vida, qué llegaremos a ser o para qué utilizaremos nuestras capacidades. Va a ser complicado, pues no sólo estamos dotados de la capacidad de proponernos un objetivo, sino también de ser nuestro propio objetivo: estamos llamados a hacernos a nosotros mismos.  

Pero no podemos olvidar que también cada uno de nosotros tiene la misión de mostrar algo nuevo. Con cada nacimiento, algo singularmente nuevo comienza en el mundo. Podemos convertir nuestra existencia y a nosotros mismos en algo realmente grande. Cabe esperar de nosotros lo inaudito, lo inesperable.

El mundo va a ser lo que nosotros hagamos de él. Al menos, el mundo que nos rodea es lo que hacemos de él. Nuestra vida es lo que hacemos de ella.

No debemos convertirnos en robots, sin rostro ni originalidad. Nadie ha nacido para ser un “hombre del montón”. Hoy, en estos días, es más urgente que adquiramos conciencia de lo grande que es la vida humana y nos centremos en buscar las formas de ser “más” personas, y no unos hombres remisos, asustados y tristes.

No hay comentarios: