“No discutamos si es mejor ir hacia adelante o hacia atrás, sino discutamos cuál es el mejor sitio al que debemos ir. No discutamos si es mejor permanecer donde estamos sino si realmente hemos encontrado el mejor lugar para permanecer en él”. G. K. Chesterton)
¡¡¡Buenos días!!!
Las primeras horas del día suelen ser
generadoras de preguntas si consigues relajarte antes de ver todo lo que tienes
que hacer. Si puedes sentarte tranquilamente con un café en la mano sin ninguna
pantalla delante y puedes mirar por una ventana como va apareciendo el día,
puedes, si te escuchas, hacerte muchas preguntas que por lo general son
bastante difíciles de responder en ese momento.
Una que aparece bastantes veces es la de
¿qué pinto ahí fuera? ¿soy uno más? Se trata de esa sensación de no importar
mucho, de ser del montón y de pensar de que si desapareciera el mundo seguiría
funcionando con normalidad.
Creo que es una situación normal si
aparece de vez en cuando y de la que no hay que preocuparse salvo que vivas tu
vida son esa continua sensación. Si no nos quitamos esa sensación de encima
estamos cometiendo un error al entender el sentido de nuestra vida, habremos perdido
la alegría de sabernos pensados. Si pensamos que tenemos que estudiar porque
así nos lo dice la sociedad o que trabajamos sólo porque necesitamos ganar
dinero para vivir, es que no hemos comprendido nada.
No hemos comprendido que la persona no
se reproduce, sino que se procrea y, esto es importante para seguir con el
tema. Cada uno de nosotros nos tendríamos que recordar cada día cual es la gran
diferencia que hay entre reproducir y procrear, nosotros no nos reproducimos,
sino que nos procreamos.
Si lo pensamos un poco veremos que
cuando hablo de “procreación” no hablo de una simple reproducción. Es otra
cosa, existe tanta diferencia que son dos palabras distintas y con distinto
significado. Y tiene un porqué.
Veamos, al reproducir lo que estoy
haciendo es realizar una copia de algo, duplicarlo, producir algo igual que lo que
ya estaba. Con las personas, la situación es muy distinta: yo no soy una copia
de mi madre o de mi padre, aunque, claro está, tengo mucho en común con ellos.
Mi cuerpo es una unión del material genético de mis padres; pero mi espíritu,
mi personalidad, mi modo de ser, es peculiar, es único. Por eso el ser humano
procrea, no se reproduce.
Si entendemos esto, si vemos desde esta
perspectiva lo que significa estar vivos nos daremos cuenta de la grandeza de
cada persona. Llegaremos a conclusión que no somos una posesión de nadie. Ni
siquiera somos un bien de nuestros padres, sino más bien lo contrario, somos un
bien para ellos pues somos un regalo que les han hecho.
Por lo tanto, si nuestro ser es único solo
puede ser libre, fuimos creados libres pues es la única manera de ser un regalo.
Lo nuevo, y cada persona lo es, siempre aparece como un milagro. No sabemos
como vamos a ir evolucionando en nuestra vida, qué llegaremos a ser o para qué
utilizaremos nuestras capacidades. Va a ser complicado, pues no sólo estamos
dotados de la capacidad de proponernos un objetivo, sino también de ser nuestro
propio objetivo: estamos llamados a hacernos a nosotros mismos.
Pero no podemos olvidar que también cada
uno de nosotros tiene la misión de mostrar algo nuevo. Con cada nacimiento,
algo singularmente nuevo comienza en el mundo. Podemos convertir nuestra existencia
y a nosotros mismos en algo realmente grande. Cabe esperar de nosotros lo
inaudito, lo inesperable.
El mundo va a ser lo que nosotros
hagamos de él. Al menos, el mundo que nos rodea es lo que hacemos de él.
Nuestra vida es lo que hacemos de ella.
No debemos convertirnos en robots, sin
rostro ni originalidad. Nadie ha nacido para ser un “hombre del montón”. Hoy,
en estos días, es más urgente que adquiramos conciencia de lo grande que es la
vida humana y nos centremos en buscar las formas de ser “más” personas, y no
unos hombres remisos, asustados y tristes.
No hay comentarios:
Publicar un comentario