“La mujer es solo inferior a un hombre en la materia de no ser tan masculina. No es inferior en nada más. Si todo intentase ser verde, algunas cosas serían verdes que otras, pero hay una igualdad inmortal e indestructible entre el verde y el rojo”. G. K. Chesterton)
¡¡¡Buenos días!!!
Tengo una edad en la que me encuentro en
una categoría tan vaga como la de los “mayores”, es tan amplia y diversa que
necesito poner mucha atención para situarme y apreciar las diferencias. Nuestra
sociedad tiene unos convencionalismos y prejuicios que tiende a contemplarnos
de una forma muy generalizada.
Cuando hablamos de nuestro padre, por
ejemplo, en que categoría lo colocamos, una persona mayor. Una persona mayor no
es una categoría. ¿No es una categoría relativa? ¿Mayor que quién? ¿Acaso
queremos decir jubilado? Es verdad que la edad de jubilación responde a un
criterio bastante claro. Sin embargo, una gran mayoría de personas cuando se
jubilan gozan de buena salud y son perfectamente autónomos y cuentan con la energía
e ilusión suficiente para seguir participando en la vida social.
No tenemos dudas de que la discriminación
por edad persiste, algunas diferencias como las de raza o de género han dejado
de constituir criterios públicamente determinantes en la mayoría de los puestos
y profesiones. Sin embargo, la edad se mantiene como uno de los últimos reductos
donde la igualdad y libertad no se aplican como debería.
Es cierto que existen llamadas a
eliminar las barreras que puedan impedir la discriminación social de los “mayores”.
Sin embargo, en la medida en que en nuestra sociedad todo lo que es moderno nos
habla del prestigio de lo nuevo frente a lo antiguo, la relación de lo moderno
con la edad es bastante más complicada. Tenemos que fijarnos en que algunas
maneras de entender y promover el “envejecimiento activo”, se entiende, como
normal, que lo ideal es mantener la juventud durante el mayor tiempo posible.
Ahora bien, ¿no es esto también una forma implícita de discriminación? Pues se elige
la edad joven como pauta a seguir y la ancianidad como objetivo a combatir.
Tarde o temprano vamos a morir y, lo
normal, en la última fase de nuestra vida es que vamos a ser muy frágiles y
vulnerables, lo que contradice el optimismo moderno que ya no se puede entender
en términos de “envejecimiento activo”. Por eso, en esa edad en la que
percibimos que nuestro tiempo es un bien escaso hay que dotarlo de contenido y
de sentido. Vamos a ser frágiles, pero no es necesariamente algo negativo pues
puede ir acompañado de una mejora en otros aspectos que nos hagan más humanos,
como la comprensión o la gratitud, la serenidad o la sabiduría.
Aunque la vejez puede experimentarse con
pesadumbre, esa edad conlleva unas ganancias como la sabiduría, prudencia,
autoridad, y que deben prepararse desde la juventud.
En fin, veo que el tema da para mucho
más, mañana si es posible, intentaré continuar.
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