“¿Puedes devolver la vida? Entonces no te apresures a dispensar la
muerte, pues ni el más sabio conoce el fin de todos los caminos.” (J.R.R. Tolkien)
Han pasado ya varios días
desde el último “Buenos Días” y ahora me encuentro en esta vuelta a la
normalidad en el centro de las fiestas, para ser exacto en el “Día Grande”,
aunque todo me indica que no es tan grande.
Me he pasado un buen rato
poniéndome al día de todo lo que sucedido y está sucediendo y veo que el
panorama no ha mejorado nada con este nuevo gobierno, al menos desde mi modesto
punto de vista, es más, me atrevería a
decir que en ciertos aspectos está empeorando.
Estoy llegando a la conclusión
de que el nuevo gobierno se presenta bajo el barniz progresista de la
liberación de las costumbres, un concepto que da para todo, y que en realidad hace,
por ejemplo, ver a las mujeres que su máxima realización consiste en
convertirse en fuerza de trabajo, que cabalga, más que el gobierno anterior,
bajo la envoltura de la ideología de género con sus dos caballos políticos: el
feminismo de género y las identidades sexuales LGBTI, transformadas en categorías
políticas.
Y, yo me encuentro con que la
contradicción en la que vivimos no es asimilable: mientras que la dimensión
religiosa se exige que sea un hecho privado, doméstico, se intenta convertir a la
homosexualidad en una identidad colectiva pública, que debe ser enseñada en las
escuelas, junto con una llamada educación sexual en la que el embarazo es
tratado como una enfermedad de trasmisión sexual más.
Por no hablar del respeto a la
justicia. Un gobernante democrático debe no sólo saber sino entender que una sentencia
no tiene porque estar excluida del debate racional, pero su contenido no puede
quedar al albur de los gustos de la manifestación callejera promovida por la
parte interesada. Cuando la justicia baja a la calle, desaparece y se
transforma en ajuste de cuentas o venganza. Esto sucedió con el caso de “La Manada”.
Que el delito sea repugnante, no significa que la justicia para serlo deba
castigar más allá de lo que el tribunal considera hechos probados.
Y ahora, con este gobierno, cuando
la concesión de la libertad provisional después de dos años en prisión, el
plazo máximo ordinario, se repite el mismo movimiento, para impedir su
excarcelación hasta su ingreso en prisión, convirtiendo así la medida
preventiva en sentencia en firme antes de agotar todo el camino que ofrece la
presentación del recurso ante la instancia superior.
Lo llevo observando hace
meses, las instituciones españolas están acabadas, empezando por el gobierno.
Si ellas, la sociedad y los medios de comunicación, no son capaces de censurar
este tipo de actuaciones callejeras, en lugar de apoyarlas como ha hecho el
débil gobierno Sánchez, si cada grupo que disiente de la ley o de su aplicación
persigue legitimar su oposición echando mano a la calle, a las televisiones que
se apuntan al espectáculo y las redes sociales, el Estado de derecho quedará finiquitado.
Vamos mal, pero son fiestas y
las tenemos que disfrutar.
Feliz y Dulce Día.
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