miércoles, 13 de junio de 2018

Miércoles 13 de junio de 2018.

“¿Puedes devolver la vida? Entonces no te apresures a dispensar la muerte, pues ni el más sabio conoce el fin de todos los caminos.” (J.R.R. Tolkien) 

Hay un tema estos días del que se hace necesario dar nuestra opinión, o por lo menos intentar llegar a tener alguna; son las 600 personas del Aquarius y las distintas respuestas de Italia y España ¿Por qué?
Esta mañana le he estado dando vueltas, con compañía de un café, y veo que entre estrategias electorales y cuestiones políticas con la UE, la primera medida del nuevo ministro Salvini es como cabría esperar: sin medias tintas. La del nuevo presidente español Pedro Sánchez también: acogida sin prever las consecuencias.
No es fácil la respuesta, salvo que nos quedemos en que hay que salvar a esas personas de morir en el mar, pero una vez salvadas la pregunta continúa en pie y no ha sido contestada.
La inmigración, ahora refugiados, se ha convertido en uno de los problemas graves de Europa por las discrepancias entre sus miembros y porque es en la mayoría de los países un problema de política interior. Una fuerza capaz, junto a otras causas – eso no debe olvidarse- de derribar y construir gobiernos, como se ha visto en el reciente caso de Italia. En esta dinámica, donde es fácil la demagogia, los hechos no pueden olvidarse. Todos los conocemos.
Es evidente que esta situación no puede prolongarse, y que la respuesta política desde mi modesto entender ha de combinar la acogida al extranjero sin dañar al propio país, cosa perfectamente posible con los actuales recursos comunes.
Europa y los países miembros necesitan un plan a largo plazo que combine una acción masiva para el desarrollo y la seguridad del África Subsahariana. Si hay trabajo y seguridad, hay futuro para los jóvenes, la gente no emigra.
En todo esto hay algo que no puede olvidarse y es que los sectores de menores ingresos, castigados por la crisis, tienen la convicción de que son ellos quienes asumen las molestias y riesgos que plantean los refugiados, con quienes conviven, mientras que las elites que defienden su llegada, viven en barrios y condiciones donde el refugiado no existe como experiencia vital.
Combinar todo eso no es fácil, pero si es necesario.

Feliz y Dulce Día.

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