jueves, 28 de junio de 2018

Jueves 28 de junio de 2018.

“¿Puedes devolver la vida? Entonces no te apresures a dispensar la muerte, pues ni el más sabio conoce el fin de todos los caminos.” (J.R.R. Tolkien)

Buen día el de ayer, la fiesta de nuestro Patrón estuvo como todos los años revestida de una emoción y un sentimiento que solo unos pocos disfrutan.
Ayer me quede con algunas cosas en el tintero, como que hay algo alarmante en nuestra sociedad que nunca denunciare bastante. Pues vivimos en una civilización que tiene como eje de pensamiento y criterio de actuación la secreta convicción de que lo importante y decisivo no es lo que uno es, sino lo que uno tiene.
Cuántos de nosotros, sin atrevernos a confesarlo, sabemos que en nuestra vida, en un grado u otro, lo decisivo, lo importante y definitivo, es ganar dinero, adquirir un bienestar material, lograr un prestigio económico.
Aquí es donde veo yo sin duda una de las quiebras más graves de nuestra civilización. Nos hemos hecho en buena parte materialistas y, a pesar de nuestras grandes proclamas sobre la libertad, la justicia o la solidaridad, apenas creemos en otra cosa que no sea nuestro bienestar económico.
Y, sin embargo, hay pocos de nosotros que somos gente feliz. Con estabilidad económica podemos montar un piso agradable, pero no crear un hogar cálido. Con dinero compraremos una cama cómoda, pero no un sueño tranquilo. Con dinero se pueden adquirir nuevas relaciones, pero no despertar una verdadera amistad. Con dinero se puede comprar placer, pero no felicidad.
Quiero añadir que el dinero no es ni un bien ni un mal, desde un punto de vista moral. De hecho el dinero es una realidad en nuestra sociedad que, es de por sí buena. Es un medio de intercambio, cuyo valor viene determinado convencionalmente por la sociedad.
Es sólo en referencia a la persona que el dinero puede convertirse en un bien o un mal.

Feliz y Dulce Día.

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