Jueves 26 de Abril de 2018.
¡Buenos días! Dijo Bilbo. ¿Qué quieres decir? Preguntó Gandalf, ¿Me
deseas un buen día, o quieres decir que es un buen día, lo quiera yo o no; o
que hoy te sientes bien; o que es un día en que conviene ser bueno? -Todo eso a
la vez- dijo Bilbo. (El Hobbit, J.R.R. Tolkien)
Ayer dedique el día a
escuchar, a averiguar cuales son las demandas y los problemas de los demás, a
ver lo excelentes que nos ponemos con los demás y hasta donde somos capaces de
exigir y hoy cuando en mi balcón tengo 17,4 grados y el cielo gris voy a revisar
los criterios con los que organizamos nuestra vida, pensando en nosotros mismos
y especialmente en los más jóvenes.
Podemos empezar por observar
que cada recién nacido que viene a este mundo empieza a amamantarse de un modo
de pensar, el actualmente dominante, que está formado por los criterios de una
sociedad que es la causante de esos problemas que mencionábamos hace días y que
estamos comprobando casi a cada instante.
A mi parecer no es solo
cuestión de criterios, pero sí lo es inicialmente, colocándonos en el punto de
partida. Los que estamos aquí no somos los únicos responsables de este modo de
pensar y de organizar la vida, porque somos hijos de una nación muy vieja y de
una cultura secular, en la que hay de todo, trigo y cizaña; llevamos sobre
nuestras espaldas el peso de una tradición de la que es muy difícil
desprenderse, pero, por otra parte, tampoco somos burros ciegos que cargan con
lo que les echen, ni guías ciegos para no saber conducirnos y para no saber
conducir a nuestros jóvenes.
¿Hasta cuándo vamos a seguir
repitiendo, en tantos aspectos, ese proceder? No estoy diciendo que haya que
hacer borrón y cuenta nueva de todo. Ese es el camino que han seguido las
revoluciones clásicas, y sus efectos han sido, en todos los casos, al menos tan
destructivos como los daños que pretendían arreglar. Nuestros antepasados
merecen toda nuestra veneración, todo nuestro respeto y toda nuestra estima,
pero en cuanto personas concretas.
En cuanto al modo de pensar y
de actuar de nuestra generación habría que ver qué hay que respetar y qué no,
porque socialmente, como responsables del mundo que estamos dejando, tampoco
hicimos nuestros deberes correctamente. Ahí está la historia para demostrarlo. Estamos
dejando un modo de pensar propio de una cultura terriblemente egoísta: apegada
al dinero, individualista, posesiva, materialista y hedónica, y lo que aún es
peor, una cultura con muchos signos de muerte.
Feliz y Dulce Día.
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