domingo, 29 de abril de 2018

Domingo 29 de Abril de 2018.

Domingo 29  de Abril de 2018.
¡Buenos días! Dijo Bilbo. ¿Qué quieres decir? Preguntó Gandalf, ¿Me deseas un buen día, o quieres decir que es un buen día, lo quiera yo o no; o que hoy te sientes bien; o que es un día en que conviene ser bueno? -Todo eso a la vez- dijo Bilbo.  (El Hobbit, J.R.R. Tolkien)  


Por fin un domingo tranquilo, sin acudir a ninguna ciudad para correr, lo hice ayer por la tarde y lo haré el martes, así que hoy no tengo tanta prisa y me estoy moviendo con más lentitud, no en balde estamos en un fin de semana que huele a vacaciones.
Como espero que la estancia de Maribel en Bilbao sea por diversión, ¡Que te diviertas! Por mi parte en vez de ir voy a estar, disfrutare de un domingo en el que no tengo intención de moverme de Pego.
Voy a intentar no acceder a los medios de comunicación pues supongo que casi todos ellos van a incidir en la sentencia del juicio sobre la “manada” y quiero disfrutar de este estupendo domingo, lo que no me impide pensar y darme cuenta de lo que esta pasando a mi alrededor. 
Casi todo el mundo, lo mire por donde lo mire me recuerda constantemente la posesión de unos derechos individuales y me incita al celo en la defensa de los mismos. Pero el reconocimiento efectivo de mis derechos siendo un objetivo excelso, no debe ser la meta última de nuestra civilización. Con su establecimiento y su puesta en práctica no se consigue todo aquello a lo que el hombre puede aspirar “en este mundo”. 
Pensemos en las grandes ciudades de los países de larga tradición democrática, en los cuales no hay que aspirar al reconocimiento de ningún derecho, porque llevan décadas de reconocimiento efectivo. 
Ahí están, los vemos todos los días con sus clases pudientes y con sus mendigos, todos, unos y otros, con su carta de derechos conocida y asimilada. Miremos ahora estas ciudades desde arriba, con sus avenidas cargadas de hombres y vehículos que pululan en todas direcciones. No parecen otra cosa que semilleros humanos donde a nadie se le niegan sus derechos. 
Sus ciudadanos pueden expresarse y moverse libremente, pueden participar en el gobierno de la ciudad, tienen acceso a bienes y servicios de todo tipo, y cabe suponer que tienen tiempo libre para disfrutar de ellos. Pueden hacer carrera en un abanico cada vez más amplio de actividades y profesiones... Y en cambio, no parece que este sea el techo de la civilización. 
¿O esto es ya la Tierra de Jauja? Es evidente que no. Si no estamos en la Tierra de Jauja se hace preciso preguntarse dos cosas: qué falla aquí y qué falta. 
¿Qué falla aquí y qué falta?, Buenas preguntas para este domingo. 
Feliz y Dulce Día.

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