“Hay una importante diferencia entre no entender una cosa y malentenderla”. G. K. Chesterton)
¡¡¡Buenos días!!!
Es de suponer que muchos de nosotros no
coincidamos con las mismas ideas políticas, pero más allá del malestar y de lo
liado que están todos los acontecimientos que estamos viendo en el “caso Koldo”,
no es de extrañar que reconozcamos lo “divertido” en los giros de la política
española. Lo cual es una auténtica pena y es bastante indignante, porque
la política está para servir a la ciudadanía y a las personas, no para jugar con
el dinero público.
No voy a entrar ahora en esa costumbre
que tanto les gusta a nuestros políticos de el “tú más”, sino que quiero
centrarme en una realidad que se encuentra en el corazón del hombre, sea quien
sea, y ocupe el cargo que sea en cualquier instancia: esa ansia que sienten las
personas por el poder y por el dinero, y que les hace no confiar en la verdad.
Resulta, que a menos que se tenga una
moral y una ética muy centrada y fuerte, puede suceder que metido en la dinámica
del poder se confundan algunos conceptos y que nos apropiemos de cosas que no nos
corresponden. Y que también llevados por esa falta de moral utilicemos medios
que vemos en muchas películas como reuniones secretas en lugares misteriosos
como si se estuviera en una banda de mafiosos. Porque no hay que olvidar que el
mal quiere al poder y odia la verdad.
Por eso no quiero acusar a todos los que
ostentan cargos de responsabilidad, porque no sería ni justo ni verdadero. Sin
embargo, sí que hay que tener en cuenta de que el poder tiene una
responsabilidad, y un ejercicio minucioso de conciencia, pues el riesgo que se
corre de engañarse es muy grande y demasiado fino, le toque a quien le toque
ocupar un cargo.
¡Ah! Quisiera terminar diciendo que las
cosas de todos no se arreglan entre amigos en los bajos fondos de la
capital, sino a luz pública como el que obra con la conciencia tranquila y
sirviendo al bien común de la mejor manera posible.
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