“Si prometo ser fiel, debo ser maldecido si soy infiel, o no hay gracia ninguna en prometer nada”. (G. K. Chesterton)
¡¡¡Buenos días!!!
La pregunta que dejé ayer en el aire
presenta varias dificultades, la recuerdo: ¿por qué no podemos dejar que
trabajen las máquinas aprovechando su trabajo para que nosotros vivamos mejor?
Veamos, hay que tener en cuenta que
nuestro trabajo se encuentra penalizado con los impuestos y costes frente al
trabajo de la maquinas. Pagamos seguridad social, impuesto del trabajo, sin
olvidar los impuestos sobre la renta que pagan los trabajadores humanos y que
no pagan las máquinas. Si, por ejemplo, estos impuestos se establecieran sobre
los beneficios de la empresa y no sobre los sueldos, tendríamos recursos
económicos para mantener un estado de bienestar, aunque trabajasen solo las
maquinas. Pero esto no sucede así. En el sistema actual, las máquinas ocupan
nuestro trabajo y no contribuyen con las prestaciones subsidiarias que ofrece
el estado como el paro, pensiones, sanidad… que se alimentan del impuesto sobre
la renta, los impuestos al trabajo y las cuotas a la Seguridad Social.
Si ahora nos pusiéramos a articular una
reforma fiscal sobre ese escenario podríamos conseguir que las máquinas
trabajasen para todos nosotros, siempre y cuando articulásemos el reparto de
sus contribuciones entre los que se han quedado sin trabajo. Esto, ya supondréis
que no es para nada fácil, pero sería posible. Ahora bien, esto nos deja otra
pregunta: ¿sería eso algo bueno?
¿Qué problema nos deja el razonamiento
anterior? Pues, principalmente, que hemos reducido el trabajo a una sola
dimensión, la económica. Por lo cual lo deberíamos de denominar empleo más que
trabajo. En realidad, el trabajo debería ser el esfuerzo que realizamos para
poder transformar el mundo, pues se trata de una actividad necesaria para el
hombre y para nuestro desarrollo como personas. Todos tenemos la necesidad de
sentirnos útiles y de conseguir algún reconocimiento por eso.
Se debe de trabajar, aunque no generemos
ningún beneficio económico o, aunque lo genere otro o una máquina y el subsidio
que recibiríamos para vivir no llena ese hueco. Aunque se tenga dinero, una
sociedad sin trabajo es una sociedad que tiene unas relaciones entre sus
miembros muy débiles y un alto riesgo de deteriorarse. Debemos reflexionar
sobre el concepto del trabajo y que entendemos por un trabajo realmente humano.
En nuestra sociedad no se encuentra ese
equilibrio. No tenemos bien nivelado el trabajo y el empleo. La virtud del trabajo
se debe mantener alejada de sus extremos, debe huir de la pereza y de la
obsesión por trabajar. La tecnología, hasta ahora, no siempre nos ha ayudado a
mantener el sentido humano del trabajo: mejorar el mundo y ayudar a las
personas, empezando por mejorar y ayudarnos a nosotros mismos. Tendremos que
preguntarnos el porqué.
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