“Eludir el punto decisivo es un arte muy delicado; y ha sido elevado a una considerable perfección por los políticos y periodistas actuales”. G. K. Chesterton)
¡¡¡Buenos días!!!
Esta mañana he visto algunos comentarios
sobre el salario mínimo interprofesional y pienso que es un tema más profundo
de lo que nos pueda parecer a simple vista, por lo que no voy a pretender fijar
la cantidad que debe tener porque envuelve innumerables cuestiones técnicas
para la cuales no me creo capacitado.
Sin embargo, sí que puedo escribir
algunas palabras sobre el tema, tocando sobre todo su aspecto moral y no tanto
el económico. Puedo hacer algunas afirmaciones para centrar un poco el tema,
por ejemplo: “las empresas no deben pagar el sueldo mínimo, sino el sueldo
justo”. Ya sé que no he dicho mucho, pero sí que puedo haber abierto algunas
preguntas.
Y es que una de las grandes dificultades
para valorar qué es un salario digno es el sentido subjetivo que tenga. Es verdad
que podemos llegar a un acuerdo acerca de qué necesidades básicas objetivas se tienen
que satisfacer, aunque podríamos tener una idea si pensamos que la cantidad de
recursos que tiene una sociedad no debería de exceder la pretensión de las
personas.
Sin embargo, la dificultad de ponernos
de acuerdo no debería de ser una excusa para eludir la búsqueda de una
aproximación honesta a esas necesidades. De hecho, estoy seguro de que en nuestra
Constitución debe de existir algún artículo por el que debemos tener derecho al trabajo y a una remuneración suficiente para una vida digna.
Otra dificultad que encuentro la veo en el
carácter relativo que lleva un salario nominal, pues existe una gran relación
con el nivel de vida de cada lugar. No es lo mismo lo que se necesita en
términos monetarios para sobrevivir en un país más caro que en uno más barato. En
un país donde casi todo este informatizado obliga a tener medios para poder
acceder a ellos, lo que no sucede donde no existe o hay muy poca.
Por lo tanto, si tuviera que responder a
la pregunta ¿qué es el salario digno? Podría decir que debería tener en cuenta,
de acuerdo con el nivel de cada país o región, un salario capaz de
sostener la alimentación familiar, además el coste de uso de una vivienda
media, el coste de los impuestos, las necesidades de vestido y calzado, las
necesidades de educación y poder acceder a la sanidad.
Pero, no debería quedarme ahí, sería un
error si lo hiciera, sino que ese salario debería facilitar el desarrollo de la
autonomía financiera de la familia y, por lo tanto, facilitar la capacidad de
ahorro que en última instancia será decisión del propio trabajador en virtud de
su valoración subjetiva.
Todo lo anterior está muy bien pues lo veo indispensable, pero, y se trata de un pero muy grande, debe existir una
correspondencia entre el sueldo y la productividad del trabajo tanto de los que
trabajan por cuenta ajena como de los propios empresarios.
Y es una gran responsabilidad para todos
por dos razones. En primer lugar, para que sean sostenibles los propios
salarios en el corto plazo y, en segundo lugar, porque, en las sociedades con
sistemas de pensiones basados en el reparto, que no la capitalización que es
otra historia, unos salarios justos cotizan y liquidan ingresos fiscales que
permiten pagar pensiones dignas.
Tenemos la responsabilidad no ya de
abordar qué es un salario digno por los que hoy trabajan sino también por los
que no pueden trabajar y no tienen capacidad de variar sus ingresos en virtud
de la productividad.
Como mínimo por esa responsabilidad
deberíamos reflexionar juntos sobre si la devaluación salarial o la subida del
SMI es la mejor estrategia para salir de los problemas económicos con dignidad.
Hay mucho que añadir, pero ya será otro
día.
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