“Mucha gente cree que discrepa de los demás y lo que pasa es que no tienen valor para hablar unos con otros” (J. H. Newman)
Jaca --- Urdos. 14/08/23
Distancia: 47,55 km. Media: 11’50 km/h. Altura: 872
m.
Un día interesante, otro más, en el que
hemos vuelto a salir de España para pasar a visitar el sur de Francia, he
vuelto por lo tanto a cambiar la ruta original.
Y es que, podemos cambiar muchas cosas,
somos libres. Sin embargo, no se puede cambiar todo, ya que no somos omnipotentes.
Puedo cambiar el recorrido de todas las etapas que me quedan, o el objetivo
final de este viaje, o lo que tengo que comer hoy. Pero, no puedo cambiar la
fuerza con la que el sol brilla esta mañana, ni lo que decida otra persona
sobre la que no tengo ninguna posibilidad de influir.
Lo que lleva a la conclusión de que lo
que sucede a mi alrededor puedo modificarlo en una parte relativamente pequeña,
pero en su mayor parte me va a resultar inalterable. Reconocer esto no implica que
me tenga que sentir preso de un extraño fatalismo, como si viera las
situaciones como inmodificables, ni con fanatismo, como quien se arroja a
cambiarlo todo a costa de crear daños incalculables.
En cambio, sí puedo valorar cada una de
mis acciones para dirigirlas, de la mejor manera posible, hacia la consecución de
cosas buenas que se encuentren al alcance de mi libertad. Sin lugar a duda, por
mucho cuidado que ponga, nunca podré controlar completamente las posibles consecuencias
previsibles e imprevisibles de mis acciones, pero ello no significa que tenga
que cruzarme de brazos y no hacer nada.
Hay muchos aspectos de la realidad que
escapan a mi control, mientras que otros aspectos empiezan a cambiar hacia lo
mejor gracias a mis pequeñas e insignificantes acciones. Hay una diferencia fundamental
entre la actitud tranquila y serena de quien decide desde una buena voluntad, a
la actitud de aquellos que viven bajo un posible fanatismo y cinismo.
Cuando se busca el bien, se actúa pensando
en que el bien lleva al bien, al menos en general y a largo plazo. Y es
entonces cuando tiene sentido realizar acciones buenas, solamente así no se
destruye el camino hacia al que debe dirigirse el mundo. Pero solo podemos
creer esto si creemos a la vez que el mal no va a conseguir imponerse; que es
el bien quien se impone, ya que de otro modo quedaría definitivamente frustrada
nuestra buena intención. Se tiene que estar convencido, por eso, de la idea de
que las malas intenciones deben transformarse a la larga en sus contrarias y
colaborar al bien.
Tenemos que actuar con firmeza, pero aceptando
la marcha de las cosas, y esto permitirá a la vez hacer muchas cosas y sus
posibles fracasos, ya que no es por nosotros y por nuestras acciones por lo que
la razón penetra en el mundo. Si comprendemos esto, viviremos más serenos lo que
nos permitirá tomar decisiones valientes, pero siempre con una confianza que
nace de la certeza de que no estamos solos en esta labor, alguien más vela por
el bien de cada uno de nosotros, y va su ritmo.
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