miércoles, 6 de septiembre de 2023

Lourdes --- Beaudean. 17/08/23

 “El mal de la aristocracia es que lo deja todo en manos de una clase de personas que puede infligir lo que ella no sufrirá nunca”. (G. K. Chesterton)  

 Lourdes --- Beaudean. 17/08/23

Distancia: 70, 70 km. Media: 12,07 km/h. Altura: 1281 m.

Seguimos en Francia, por donde estaremos los próximos días, nos encontramos en una de las regiones donde el ciclismo de carretera tiene uno de sus santuarios.

Esta tarde no hemos podido evitar subir el Col d’Aspin, aunque sin alforjas pues no nos venia de paso. Había que jugar un poco a ciclistas, cosa que es casi obligatoria en esta zona. Mañana ya será otra historia pues nos está esperando el Tourmalet y con alforjas.

Mientras subía estaba pensando en que lo que se busca en este tipo de actividades, como el ciclismo de ruta con las subidas a estos puertos míticos, así como en los viajes en bicicleta es ser un poco más felices, dejar de lado lo gris de lo cotidiano y despejar nuestra cabeza de las preocupaciones del día a día.

Sin embargo, no puedo dejar de pensar en cómo poco a poco se va imponiendo lo artificial, lo prefabricado, lo sintético. Se nos olvidan las circunstancias que provocan ser un poco más felices y nos quedamos solo con lo esencial, el estado de felicidad. Es como si pudiéramos convertir lo bueno de la vida en pequeñas pastillas y consumirlo cuando lo necesitemos.

Es verdad que necesitamos lugares de expansión, de divertimento y ser un poco más felices, ¿pero los tenemos que vivir basándonos en la lógica del consumo? Creo que la auténtica felicidad está más relacionada a la gratuidad que al bienestar. Se trata de estar bien con uno mismo. Y todo se ordena a ese fin. Si conocemos las claves de la química cerebral y las podemos manejar para sentir felicidad, ¿por qué no? ¿qué hay de malo?

Echo en falta muchas veces una tranquila reflexión sobre qué nos da la felicidad, la auténtica. La que permanece. No la que pasa tras el tiempo que he pagado o la que se me escapa una vez que vuelo a la normalidad, a la vida cotidiana. Porque esa felicidad, la verdadera, no es sólo una experiencia personal, solitaria, que puedo tener a voluntad. Está relacionada con la vida en compañía. Con los momentos agradables con los amigos. Con los recuerdos de los buenos momentos y la consolación en los peores. Y sí, es una cuestión de química, al final. Pero no solo.

No podemos embotellar y vender felicidad, porque no podemos envasar y vender la vida. Aunque a veces nos vendan la idea contraria.

https://www.instagram.com/vicent1956/?hl=es

No hay comentarios: