“Entre todos los cuentos de hadas no existe ninguno que contenga una verdad moral tan vital como esa vieja historia de La Bella y la Bestia. En ella ha quedado escrita la verdad eterna y esencial que consiste en que hasta que no amamos una cosa en toda su fealdad no podemos convertirla en algo bello” (G. K. Chesterton)
Iseste --- Lourdes.
16/08/23
Distancia: 50,63 km. Media: 12,86 km/h. Altura: 520
m.
Continuamos un día más recorriendo el sur
de Francia y, como no podía ser de otra manera, había que hacer escala en
Lourdes, así que hemos pasado la tarde recorriendo esta particular ciudad. Es
este un lugar que ya visité hace dos años y ya pude observar la enorme diferencia
que existe entre el pueblo y el santuario.
El pueblo me recuerda cualquiera de los
pueblos costeros que tan bien conozco, llenos de tiendas de recuerdos, bares y
restaurantes. La diferencia es que en Lourdes todos los regalos y recuerdos
giran alrededor del tema mariano.
Otra cosa bien distinta es el Santuario.
Nada más entrar en la rampa que da acceso a la explanada, se entra en otro
mundo. Las tiendas, los regalos, el comercio, todo eso se queda fuera. Una de
las cosas más increíbles es ver la cantidad de nacionalidades que hay allí. Franceses,
españoles, mejicanos, argentinos, polacos, italianos, chilenos, colombianos,
irlandeses, alemanes, norteamericanos, etc, etc….
Y, a pesar de toda esa cantidad de gente,
te encuentras con una paz como pocas veces en mi vida he llegado a
experimentar. Impresiona el silencio y la sacralidad de este lugar. Las dos
veces que he estado aquí he tenido la sensación clara y nítida de que me
encontraba en un lugar santo. Es complicado para mi ir más lejos con las
palabras, es difícil expresar lo que se siente y vives en esos momentos.
Probablemente muchos juzgarán este
testimonio desde muy diferentes perspectivas, pero sin duda es un lugar para
pensar y llegar a conclusiones que para muchas personas resultaran cruciales. Es
muy fácil reflexionar sobre uno mismo y darse cuenta enseguida de que no me he hecho
a mí mismo, de que nadie me ha preguntado si quería existir o si hubiera
preferido no hacerlo. De repente, aparecí. Hoy, mañana o pasado concluirá mi
vida. También todo lo que me rodea dejará de existir en algún momento. Y, sin
embargo, soy capaz de pensar en lo infinito, es decir, en algo que existe y que
nunca pasará. Aunque me encuentro rodeado de cosas pasajeras, me siento atraído
hacia lo infinito e imperecedero. Me gustaría que algo de mi permaneciese.
Sería muy triste que todo el hermoso mundo fuese solo una instantánea tomada
sin más y que pudiera simplemente caer en la nada.
Cualquier esquina del santuario sirve
para meditar y encontrar respuestas a cuestiones que nos son vitales, y darse
cuenta de porque Santo Tomás de Aquino tenía razón cuando dijo: "Tres
cosas le son necesarias al hombre para su salvación: el conocimiento de lo que
debe creer, el conocimiento de lo que debe desear y el conocimiento de lo que
debe cumplir"
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