“Lo de comportarse “como un caballero” en los momentos importantes no tiene mucho sentido: un hombre se comporta “como un caballero” en los momentos que no son importantes. En los importantes tendría que comportarse muchísimo mejor” (G. K. Chesterton)
Sabiñanigo
--- Jaca. 22/08/23
Distancia: 19, 30 km. Media: 16,45 km/h. Altura: 97
m.
Ya ha finalizado este paseo alrededor de
la península Ibérica, han sido 87 días de pedaleo en los que hemos recorrido un
total de 4320 km en 318,49 horas pedaleando y hemos subido 46314 metros. Los
números no pueden mostrar todo lo que ha sido esta nueva experiencia, tampoco
es su misión, sin duda, los números ayudan, pero no son suficientes como para
describir y descifrar una realidad.
Quizás aún estamos a tiempo de hacernos
preguntas sin tener en cuenta todos estos datos antes de llegar a una conclusión
definitiva de cómo ha resultado este viaje viendo, analizando el
cuentakilómetros. Gracias a los datos podemos creernos que hemos llegado a una
conclusión. Caemos en la tentación, pues nos estamos acostumbrando a no razonar
sino y a utilizar la informática para crear estadísticas, gráficos y ecuaciones
para ver cómo ha sido el viaje y muchas otras cosas en nuestra vida.
La revolución informática permite que con
un ordenador se pueda transformar casi cualquier actividad humana en
estadísticas, gráficas y ecuaciones. Lo inquietante es la ilusión de pensar que
se pueden analizar todas nuestras actividades y sensaciones solo
matemáticamente. Porque depositar nuestra fe en los números sería conformarse a
considerar al ser humano como nada más que una cadena de información genética
condensada en una molécula llamada ADN.
Si no queremos mirar los datos y escribes
o pretendes relatar como ha sido un viaje se tiene la sensación de que tenemos
que expresar todo lo que llevamos dentro, a no guardarnos nada. Porque creemos
que merecemos que se sepa lo que pensamos. O porque ser sinceros parece
convertirnos automáticamente en coherentes.
Sin embargo, ¿no sería también bueno
callarnos muchas cosas de vez en cuando? Me refiero a callar ciertas formas de
entender la realidad, proyectos. ¿No son a menudo nuestras tristes reflexiones extractos
de soberbia, por mucho que las maquillemos de análisis clarividentes, de
lúcidos discursos o de palabras proféticas? ¿No terminan esas “confesiones” por
esclavizarnos? ¿No se habrán apoderado ya de nuestra memoria, nuestro modo de
pensar, sentir, desear, determinarnos, amar?
Frente a la costumbre de sincerarnos en
nuestros escritos, necesitamos recuperar una sana lealtad a nuestras
palabras. Nos tocará ser asertivos, sin duda; pero también con nosotros mismos
y nuestras derivas. Vencerse a uno mismo exige aún el esfuerzo de callarse por
momentos las críticas y las quejas. Esto no implica resignarse a ser
espectadores ciegos, ni fingir que todo vale, que no hay verdad, ni bien, ni
bondad. Tampoco es convencernos de que calladitos no molestamos y estamos más
guapos. Ni renunciar a hablar las cosas con quien las pueda solucionar.
Pienso que una de las cosas que me ha
enseñado este viaje, que por cierto ya sabía, es la necesidad de verme con
perspectiva. No solo por higiene mental, sino más bien para percibir la vida de
un modo distinto. Recordar el pasado, agradecer el ahora y soñar el mañana. No
sé, en ocasiones tengo la impresión de que nuestra mirada cortoplacista nos
lleva a sacar conclusiones precipitadas, porque nos quema la impaciencia y las
ganas de vivir y, nos topamos con nuestros propios muros. Tener una panorámica
deformada nos hace alimentar fantasmas y luchar contra gigantes olvidando las
batallas que realmente merecen la pena. Quizás ahora, cuando he vuelto a lo
cotidiano y empieza a pesar tanto el paso del tiempo, hace que
reajuste el enfoque de las cosas y vea que lo importante es simplemente la
vida, la de otros y la mía.
Cuántas veces, en estos últimos días
habré pensado qué hare ahora, esperando un futuro que no acaba de llegar. Puede
que este tiempo de viaje me haya facilitado el poder separar lo superficial de
lo profundo y lo accesorio de lo imprescindible. En un mundo en el que nos
pueden las prisas, conviene recordar que nuestra historia es mucho más que el
ahora y que la muerte puede llegar en cualquier momento, que lo único urgente
son las personas.
Ojalá que dentro de unos días siga
buscando nuevas perspectivas como quien otea el horizonte, para examinarme de
principio a fin y descubrir que por momentos no soy capaz de concebir con
nitidez mi propia realidad.
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