domingo, 17 de septiembre de 2023

Sabiñanigo --- Jaca. 22/08/23

 “Lo de comportarse “como un caballero” en los momentos importantes no tiene mucho sentido: un hombre se comporta “como un caballero” en los momentos que no son importantes. En los importantes tendría que comportarse muchísimo mejor” (G. K. Chesterton)  

 Sabiñanigo --- Jaca. 22/08/23

Distancia: 19, 30 km. Media: 16,45 km/h. Altura: 97 m.

Ya ha finalizado este paseo alrededor de la península Ibérica, han sido 87 días de pedaleo en los que hemos recorrido un total de 4320 km en 318,49 horas pedaleando y hemos subido 46314 metros. Los números no pueden mostrar todo lo que ha sido esta nueva experiencia, tampoco es su misión, sin duda, los números ayudan, pero no son suficientes como para describir y descifrar una realidad.

Quizás aún estamos a tiempo de hacernos preguntas sin tener en cuenta todos estos datos antes de llegar a una conclusión definitiva de cómo ha resultado este viaje viendo, analizando el cuentakilómetros. Gracias a los datos podemos creernos que hemos llegado a una conclusión. Caemos en la tentación, pues nos estamos acostumbrando a no razonar sino y a utilizar la informática para crear estadísticas, gráficos y ecuaciones para ver cómo ha sido el viaje y muchas otras cosas en nuestra vida.

La revolución informática permite que con un ordenador se pueda transformar casi cualquier actividad humana en estadísticas, gráficas y ecuaciones. Lo inquietante es la ilusión de pensar que se pueden analizar todas nuestras actividades y sensaciones solo matemáticamente. Porque depositar nuestra fe en los números sería conformarse a considerar al ser humano como nada más que una cadena de información genética condensada en una molécula llamada ADN.

Si no queremos mirar los datos y escribes o pretendes relatar como ha sido un viaje se tiene la sensación de que tenemos que expresar todo lo que llevamos dentro, a no guardarnos nada. Porque creemos que merecemos que se sepa lo que pensamos. O porque ser sinceros parece convertirnos automáticamente en coherentes.

Sin embargo, ¿no sería también bueno callarnos muchas cosas de vez en cuando? Me refiero a callar ciertas formas de entender la realidad, proyectos. ¿No son a menudo nuestras tristes reflexiones extractos de soberbia, por mucho que las maquillemos de análisis clarividentes, de lúcidos discursos o de palabras proféticas? ¿No terminan esas “confesiones” por esclavizarnos? ¿No se habrán apoderado ya de nuestra memoria, nuestro modo de pensar, sentir, desear, determinarnos, amar?

Frente a la costumbre de sincerarnos en nuestros escritos, necesitamos recuperar una sana lealtad a nuestras palabras. Nos tocará ser asertivos, sin duda; pero también con nosotros mismos y nuestras derivas. Vencerse a uno mismo exige aún el esfuerzo de callarse por momentos las críticas y las quejas. Esto no implica resignarse a ser espectadores ciegos, ni fingir que todo vale, que no hay verdad, ni bien, ni bondad. Tampoco es convencernos de que calladitos no molestamos y estamos más guapos. Ni renunciar a hablar las cosas con quien las pueda solucionar.

Pienso que una de las cosas que me ha enseñado este viaje, que por cierto ya sabía, es la necesidad de verme con perspectiva. No solo por higiene mental, sino más bien para percibir la vida de un modo distinto. Recordar el pasado, agradecer el ahora y soñar el mañana. No sé, en ocasiones tengo la impresión de que nuestra mirada cortoplacista nos lleva a sacar conclusiones precipitadas, porque nos quema la impaciencia y las ganas de vivir y, nos topamos con nuestros propios muros. Tener una panorámica deformada nos hace alimentar fantasmas y luchar contra gigantes olvidando las batallas que realmente merecen la pena. Quizás ahora, cuando he vuelto a lo cotidiano y empieza a pesar tanto el paso del tiempo, hace que reajuste el enfoque de las cosas y vea que lo importante es simplemente la vida, la de otros y la mía.

Cuántas veces, en estos últimos días habré pensado qué hare ahora, esperando un futuro que no acaba de llegar. Puede que este tiempo de viaje me haya facilitado el poder separar lo superficial de lo profundo y lo accesorio de lo imprescindible. En un mundo en el que nos pueden las prisas, conviene recordar que nuestra historia es mucho más que el ahora y que la muerte puede llegar en cualquier momento, que lo único urgente son las personas.

Ojalá que dentro de unos días siga buscando nuevas perspectivas como quien otea el horizonte, para examinarme de principio a fin y descubrir que por momentos no soy capaz de concebir con nitidez mi propia realidad.

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