“Dicen que los viajes ensanchan las ideas, pero para esto hay que tener ideas” (G. K. Chesterton)
Una de las palabras que leo, y escucho, cada vez con
más asiduidad, que se usa para eslóganes políticos y publicitarios, en charlas superficiales
y para esconder realidades sociales y políticas no es otra que dialogo, o sea
dialogar.
Cuántas veces nos hemos dado cuenta de que se
quiere resaltar la importancia del diálogo como un fin en sí mismo. Vemos que
en una entrevista se repite continuamente, se conjuga en todas las formas el
verbo dialogar y se termina llegando a la conclusión de que lo importante es
solamente el diálogo y no tanto sobre lo que se dialogue o quien dialogue.
Sin duda que nos gustan y queremos a personas y políticos
dialogantes, deseamos que se dialogue con todo el mundo pues confiamos en que
el diálogo puede solucionar muchas cosas y muchos problemas, por eso, queremos
que no se cometa continuamente el error de banalizarlo y utilizarlo como un
monólogo.
Un diálogo es una conversación entre dos o más
personas, que alternativamente manifiestan sus ideas o afectos. Estoy cansado
de ver propuestas que se dicen “dialogantes” y que sin embargo se encierran en
sí mismas. Lo estamos viendo, por ejemplo, en las últimas leyes y decretos que
se están aprobando. No basta con decir que “soy dialogante” o que “se es
dialogante”, sino en practicar el saludable ejercicio de la conversación,
escuchar, responder, dejarse interpelar.
Un diálogo entre dos personas o dos entidades no es
escuchar el “monólogo” del otro y después leer el propio y marcharse a casa. El
verdadero diálogo exige propuesta, verdad y contenido. Supone la capacidad de
respetar el punto de vista del otro, y, sobre todo, aceptando la posibilidad de
que tenga razón en muchos aspectos. ¡Ah! Y saber que, desde su identidad, la
otra persona tiene algo para aportar, y es interesante que ahonde y explique su
propia posición para que el diálogo sea más completo todavía.
De lo que se trata, es decir, el fin es buscar el
encuentro, la relación, el compartir, la búsqueda para establecer un espacio en
común para todos. No se trata por tanto de abandonar la idea de diálogo, sino
de buscar un diálogo verdadero. El diálogo es un instrumento, un medio, por eso
absolutizarlo utilizándolo como un fin en sí mismo para esconder una imagen o
mostrar una falsa nos aleja de la búsqueda de la verdad y de su misma esencia.
Quizás debería de hacer un poco más de hincapié en
otra palabra que he escrito anteriormente; “encuentro”. El encuentro al que me
refiero es el que se da entre personas que son o piensan distinto y deciden
poner en común lo que son y tienen. Pero, sobre todo, tienen una voluntad de
encuentro, una intención de buscar un algo en común, aunque solo sea el
respeto. Es, ahí, en ese deseo de encuentro, en ese empeño de buscar lo común,
donde el diálogo adquiere su sentido como instrumento que nos facilita la
comunicación, la puesta en común y el enriquecimiento mutuo.
En fin, no nos queda más remedio que ir comprobando
continuamente que nuestra forma de comunicarnos nos lleva efectivamente a un
encuentro generoso, a la búsqueda de la verdad, a un diálogo verdadero.
Buenos días.
No hay comentarios:
Publicar un comentario