martes, 23 de febrero de 2021

Hay que rebelarse.

 “Dicen que los viajes ensanchan las ideas, pero para esto hay que tener ideas” (G. K. Chesterton) 

Ha empezado el día gris, con las aceras mojadas y un ambiente que no llama mucho al optimismo y a la alegría, y es que con todo lo que nos esta pasando con la pandemia, levantarse y encontrarse con este panorama meteorológico no es un buen principio.

Es en estos días cuando hay que rebelarse. Podría ahora ir haciendo un repaso de lo mal que está todo, pero eso no hace falta decirlo, lo sabemos todos. Vamos a intentar no ser esclavos de esta incertidumbre y rebelémonos, seamos libres y no prisioneros de esta inseguridad que nos rodea.

 Pensábamos que la vida iba a ser fácil y que teníamos controlado casi todo lo que nos podía suceder. Pero la realidad es que la vida no es sencilla, aceptémoslo y nos evitaremos disgustos innecesarios. Hay que aceptar las situaciones como vienen, no tratar de forzar lo que deseamos. Pero atención, aceptar no es resignarse, no es tirar la toalla. Aceptar es querer hacer lo que me ha tocado, no tener que hacer lo que ahora me toca. Si, es verdad que cambian las circunstancias de confort y seguridad, pero no podemos hacer nada tenemos que saber adaptarnos al cambio. 

Tenemos que ser atrevidos porque la vida nos está diciendo que avancemos, que cambiemos, en todos los ámbitos de nuestra vida. No hay nada peor que descubrir que nuestros problemas no sirven para nada, que el dolor no es más que el eco de la desesperanza. Y es lo que nos está pasando, nos cuesta entender lo que nos sucede porque no le encontramos el sentido.  

Cuando ocurre algo que nos paraliza porque no lo esperábamos, algo que desmonta completamente nuestros sueños y que no podemos solucionar pensamos ¿y ahora qué? ¿y todo lo que he estado haciendo hasta ahora? ¿Qué hago? ¿No va a funcionar? Parémonos, respiremos un poco y pensemos ¿Qué podemos hacer con esto que nos está pasando?

Hay que hacer el esfuerzo e intentar entender la diferencia entre lo que se encuentra y lo que no está bajo nuestro control, y actuar entonces de manera acorde y, entonces seremos psicológicamente invencibles, e inmunes a los vaivenes de la fortuna.

Lo que no puede depender de nosotros no lo controlaremos y nunca nos hará felices. Si nos concentramos en lo que podríamos llamar nuestro círculo de influencia, lo que controlamos, y ponemos en marcha nuestra fuerza voluntad, entonces, podremos decidir por donde ir: si por el camino del desánimo y la desesperanza o el de la liberación, el bienestar y la paz con uno mismo y, por tanto, con los demás.

En la vida no hay que parar de buscar nuevos retos e ilusionarse. Es el momento de pensar qué cosas buenas tenemos, pero no hablo de cosas materiales. Si algo nos ha enseñado esta pandemia es a no apegarnos a cosas o a circunstancias. Me refiero a nuestro propio ser, aunque lo perdamos todo, siempre nos queda el Ser. Qué soy y qué tengo ¿Cuáles son mis virtudes? ¿Qué talentos naturales tengo? Una vez tengo esto claro ¿Cómo voy a potenciarlo? ¿Cómo lo voy a poner al servicio de los demás?

La rebeldía a la que me refiero debe ser la de poner el centro de atención en nuestro círculo de influencia, no en el de la preocupación. La libertad mental, pues la libertad física no está en estos días en su mejor momento, depende de estar bien informado, de cómo nutrimos nuestros pensamientos y actitudes, lo que leemos, cómo nos cultivamos. Rebelarnos  contra las cosas que no nos gustan de nosotros y que podemos cambiar, dedicar toda esa energía que perdemos en preocuparnos, en formarnos, en fomentar las virtudes que nos faltan, en poner proyectos en marcha con personas con las que estemos a gusto y sacan lo mejor de nosotros. Que nos estimule aprender y abrir nuevos caminos. Busquemos nuevas formas de estar al servicio del resto, hacer feliz a los demás y que todo esto se contagie.

Convirtamos lo ordinario en extraordinario y saquemos a ese niño que todos aun llevamos dentro. Aquel niño que se maravillaba con las cosas del día a día.

Busquemos eso que sí somos, no lo que nos viene dado de fuera. Pensemos cuáles son nuestras situaciones y cómo podemos hacer frente a ellas para conseguir ese estado de liberación, de paz con uno mismo y de tranquilidad. Hagamos lo que hagamos y venga lo que venga vamos a hacerlo lo mejor posible, independientemente del resultado. Si no sale bien, la naturaleza es una buena vía de desahogo y desconexión y tu hogar es el mejor refugio. No sabemos qué va a pasar, pero lo vamos a intentar, vamos a poner toda nuestra energía en ello y al menos vamos a disfrutar del camino.

Buenos días.

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