lunes, 22 de febrero de 2021

Al mal tiempo...

 “Dicen que los viajes ensanchan las ideas, pero para esto hay que tener ideas” (G. K. Chesterton) 

Nos costó un poco arrancar, pero al final lo hicimos, le perdimos el miedo a la niebla y nos marchamos a comer al refugio el Zamorano en Agres, no tuvimos sol, no tuvimos viento, solo niebla y esa humedad que transmite cuando se coge un poco de velocidad en las bajadas.

No hay duda de que tendremos que volver para ver los paisajes que pudimos adivinar, solo adivinar, y que estarán ahí cuando volvamos.

No era ayer el mejor día para coger la bicicleta, la meteorología no representaba a nuestro querido clima mediterráneo, el sol no tenía pensado aparecer y, a pesar de todo nos marchamos con nuestras bicicletas. A veces hay abandonar la zona de confort y explorar los días donde la meteorología no es favorable, pues sin duda nos vamos a encontrar con ellos en todos nuestros viajes.

Tratar de eliminar estos días complicados a toda costa significa casi siempre agravar los problemas que tendremos cuando se nos presenten en pleno viaje.

Existe una curiosa fatalidad en esa obsesiva alergia al más mínimo problema, pues, aun siendo lógico y sensato evitar el sufrimiento inútil, hay una dificultad vital inherente a nuestra condición de hombres, una dosis de riesgo y dureza sin los que la existencia humana no puede desarrollarse en plenitud.

Quiero con esto decir que enfrentarnos, experimentar esos días complicados, donde todo nos dice que dejemos aparcada la bicicleta, nos ayudan a curtirnos, nos obligan a activar en nuestro interior fuentes de dinamismo, de coraje, de habilidades insospechadas.

En el día a día nos sucede algo parecido, la fortaleza del carácter de una persona, su valía, tiene bastante relación con la cantidad de dificultades que esa persona sabe encajar sin sucumbir. Los obstáculos y las contrariedades le invitan a superarse, le impulsan a elevarse por encima del temor y la pusilanimidad.

Una vida con ciertas dificultades suele producir personalidades más ricas que las que han sido formadas en la comodidad o la abundancia. No es que haya que desear la miseria o la contrariedad, pero es peligroso llevar una vida demasiado cómoda, o ablandarse demasiado ante las propias penas, o encerrarse en el papel de víctima.

Decir que no se puede coger la bicicleta ante la más mínima dificultad, es quedar desarmado cuando nos suceda algo parecido en un viaje, es hacerse a uno mismo incapaz de afrontar una dificultad verdadera y real.

No podemos caer en esa derrota victimista, hay que buscar soluciones razonables y alternativas viables. Y para eso hay que empezar por ver esas dificultades en términos que admitan una solución. Ya que uno de los primeros efectos sobre asustarse ante cualquier dificultad es que nos impide distinguir bien entre lo que nosotros podemos solucionar y lo que está fuera de nuestro alcance: en una obsesión victimista con las adversidades las viviremos como una sentencia inapelable de un negro destino al que pensaremos que estamos abocados.

La persona crece cuando no permanece encasillada dentro de sí, sino que se esfuerza en algo que le lleva a superarse.

Si nos rendimos ante la comodidad del conformismo, nos rebajamos; cuando nos refugiamos en el egoísmo, nos rebajamos también.  Si nos obsesionamos en protegernos hasta de la más mínima contrariedad, terminaremos encontrándonos de frente con una fragilidad vital que nos ahogará y nos abrumará.

Buenos días.

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